VALOIS EN FRANCIA (1328-1589)

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CARLOS V -a través de su hermano FERNANDO- se ve obligado a firmar, en la fecha, la «Paz de Augsburgo».


De hecho, CARLOS V -a través de su hermano FERNANDO- se ve obligado a firmar la «Paz de Augsburgo», al haberse aliado los protestantes de Alemania con ENRIQUE II de Francia que significa la división religiosa de la Europa Central. Este Tratado es declarado ley imperial, obligatoria para todos. Este acuerdo significa el abandono por parte del Emperador de imponer el catolicismo como religión única en Alemania y el fracaso de toda su política bélica y religiosa. Fracaso ya reconocido previamente por CARLOS V. A los cuatro meses de acceder al papado, PABLO IV firma también la «Paz de Augsburgo».

Francia firma la tregua de Vancelles.


El duque de Saboya, aliado de CARLOS (V), devasta la Picardía y pone sitio a Amiens. Estas derrotas, unidas al fracaso de Siena, inducen a Francia a la firma de la tregua de Vancelles. CARLOS (V), en estas negociaciones, deja patente una vez más su poder a la hora de concluir y de romper tratados y alianzas. En la abadía de Vancelles se llega a pactar la larga tregua con el compromiso bipartito de suspensión de hostilidades durante cinco años y dejar las fronteras tal y como se hallan en ese tiempo, sin buscar restituciones ni derechos de heredades. Francia conserva Saboya y el Piamonte, así como los tres obispados (Metz, Toul y Verdún). La tregua es publicada el 4/2/1556.(febrero de 1556).

El Papa PABLO IV se alía con Francia para expulsar de Nápoles a los españoles. Su contrincante será el duque de Alba.


PABLO IV se toma muy mal que Carlos V no pida su permiso para legar a su hijo Fernando el título de emperador de Alemania y, con tal motivo, aparte de no reconocer a Fernando como tal ni a Felipe II como rey de España, urde una coalición con Francia para apoderarse del reino de Nápoles. Pero se busca un mal contrincante militar, nada menos que el duque de Alba que no esperará a recibir la bélica visita y pronto marchará contra Roma.

FELIPE II firma una de tantas treguas con el rey francés ENRIQUE II.


En 1556, semanas después de la abdicación de la corona española de Carlos V a favor de su hijo FELIPE, se firma una de tantas treguas con el rey francés ENRIQUE II. Por estas fechas, hace casi un siglo que Francia está en guerra con España. Primero, con Fernando de Aragón por las posesiones italianas, y luego, al recibir la herencia imperial Carlos V -que le permite amenazar Francia desde todas direcciones-, por el control de las tierras flamencas, borgoñonas y del norte de Italia. Las paces que frecuentemente se pactan entre ambos bandos sólo tienen el objetivo de reponer fuerzas y todos saben que más pronto que tarde se acaban rompiendo. La ambición constante de los reyes de Francia de apoderarse de Nápoles y la Lombardía, hace que ENRIQUE II, simultáneamente, envíe agentes a Roma para pactar con el papa PAULO IV – antiespañol y napolitano- una alianza que, entre otras cosas, tiene la misión de que Nápoles pase del dominio español al del Papado. El duque de Alba recibe la orden de FELIPE II de marchar con sus tropas a terreno pontificio.

El duque de Alba, virrey de Nápoles, invade los estados pontificios.


El papa PABLO IV, aliado de Francia, procura atraer a Venecia a la Liga. Al igual que Julio II, sueña con liberar a Italia de los extranjeros, es decir, de los españoles. Francia duda, pero CATALINA de Médici, apasionada por los asuntos italianos, y FRANCISCO de Guisa, impaciente por nuevas victorias, bloquean la política de paz de Montmorency. El Papa impone la decisión multiplicando las provocaciones a los españoles, hasta el punto de que, en septiembre de 1556, el duque de Alba, virrey de Nápoles, invade los estados pontificios. ENRIQUE II, rey de Francia, su protector, se ve obligado a intervenir. FRANCISCO de Guisa nombrado lugarteniente general en Italia, marcha sobre Nápoles a través de los Apeninos.

En Francia, la Compañía de Jesús ha de superar una formidable oposición del Parlamento y de la Universidad


En Francia, la Compañía de Jesús ha de superar una formidable oposición del Parlamento y de la Universidad que temen su influencia.

Esta pieza también aparece en ... ORDEN DE LOS JESUITAS / IGNACIO DE LOYOLA

ENRIQUE II dirige contra las posesiones hispanas en el sur de Italia un ejército.


Así pues, roto el tratado de paz entre España y Francia, por instigación papal, ENRIQUE II dirige contra las posesiones hispanas en el sur de Italia un ejército al que se suman tropas pontificias al mando del duque de Guisa. Pero allí les espera prevenido el virrey de Nápoles, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, quien al frente de un nutrido y bien adiestrado ejército español no espera a que el enemigo llegue hasta él, sino que toma la iniciativa y marcha hacia Roma. Bate a los franceses en todos sus encuentros ocupando diversas plazas pertenecientes a los Estados Pontificios, entra ellas la misma Anagni, dejando constancia de que la captura es circunstancial y que las retendrá sólo hasta que el Papa Caraffa sea depuesto y sustituido. En abril de 1557 obtiene un resonado triunfo en Civitella del Tronto donde el ejército franco-papal queda seriamente desgastado.

FELIPE II, que se encuentra en serios apuros económicos, comienza la invasión de Francia desde Flandes.


FELIPE II que se encuentra en serios apuros económicos, cuando, por fin, considera que cuenta con la fuerza suficiente, comienza la invasión de Francia desde Flandes. Unos 42.000 hombres, entre españoles, flamencos, borgoñones y, sobre todo, mercenarios alemanes, se adentran en territorio enemigo en julio de 1557 bajo el mando de Manuel Filiberto, duque de Saboya.

FELIPE II ordena el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, al Norte de Francia.


FELIPE II, decepcionando a su padre, que habría deseado un rápido progreso hasta París, muestra su prudencia, ordenando, en la fecha, fiesta de S. Lorenzo, el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, en vez de adoptar cualquier medida que supusiera temeridad y riesgo. Así, pues, el ejército español, tras realizar diversos amagos, procede a sitiar la ciudad de San Quintín, al norte de Francia, en la región de Picardía, actual departamento de Aisne. La desproporción de fuerzas es notable, pero la ciudad cuenta con buenas defensas, por lo que el sitio se adivina duro. Además, tras conocer los franceses la noticia, preparan un ejército de socorro comandado por el condestable Montmorency que suma unos 26.000 hombres. Montmorency confía en que, con la colaboración de los sitiados, obtendrá una fácil victoria. Su excesivo optimismo radica en la fe en sus capacidades y en su experiencia, así como en el desprecio que le inspira el duque de Saboya, que sólo cuenta 29 años.