En la fecha, la Diputació de Catalunya realiza las capitulaciones de guerra -la Pau de Pedralbes-, terminando así la rebelión de Catalunya, pero también la vigencia de la Concordia de Vilafranca (1461). Aunque no todo el Principado se ha rendido a las fuerzas reales, la capitulación da un mes de tiempo a todos sus habitantes para adherirse y quince días a todos los castillos y fuerzas que todavía se mantienen fieles a RENATO d’Anjou. La capitulación devuelve al país la condición jurídica vigente a la muerte de CARLOS de Viana (1461). Esta guerra ha destrozado terriblemente a Catalunya, y el eje de la Corona de Aragón pasa definitivamente a la línea Zaragoza-Valencia. La paz, de hecho, pone fin al conflicto bélico en Catalunya, pero a pesar de que el rey JUAN II ha ganado la guerra, deja sin resolver la cuestión de los remensas, la reforma política de las instituciones del Principado y la recuperación de la crisis económica. Nadie sale ganando nada. Por ello, a lo largo de los próximos años, existirá una política de recelo entre el rey y los payeses.

La imprenta se difunde en Catalunya durante el último tercio del siglo XV, de la mano de impresores alemanes. El incunable más antiguo fechado en Barcelona es de 1475, aunque previamente podría haberse publicado alguna obra sin fecha. También en el siglo XV trabajan impresores en Tortosa, Tarragona, Girona, Montserrat i Perpinyà. Se distingue al editor, muchos de los cuales son en una primera fase conversos, y el impresor. Los impresores catalanes tendrán que competir con las grandes imprentas y ferias de Venecia y Lyon, donde ya en el siglo XVI se estamparán libros por encargo de editores de Catalunya. Desde mediados de siglo XVI se generalizarán, también, los romances de ciego impresos y otros folletones de medidas reducidas.

El poder de la Generalitat se ve reforzado en las cortes de 1481, convocadas por FERNANDO II, en las que se acuerda la constitución llamada de la Observancia: «Poc valria fer lleis e Constitucions sino eren per nos ­el rei­ i els nostres officials observades…». Este texto se convirtió en el fundamento del pactismo durante los siglos XVI y XVII. Así, la Generalitat prosigue su misión de vigilancia constitucional, junto con la Real Audiencia, reorganizada en 1483.

No fue mal vista en Catalunya la unión hispana. Los Reyes Católicos fueron respetados y queridos por los catalanes. Ante el anuncio de la primera venida de la reina ISABEL, el 16/6/1481, los consellers de Barcelona le remitieron una carta en la que decían que se consideraban «bienaventurados por habernos dado Nuestro Señor Dios una tal y tan gloriosa, no sólo reina y virtuosa señora, sino madre». Barcelona dispensó a la reina Isabel una acogida entusiasta y afectuosísima. Por otra parte, los consellers de Barcelona dirigiéndose a las autoridades de Sevilla, encabezaron una carta diciendo: «Ahora que todos somos hermanos…»

En Catalunya, la Real Audiencia, reorganizada en 1483, viene a ser una anticipación del tribunal de garantías constitucionales. De este modo, la Generalitat se irá convirtiendo progresivamente en la más alta representación de los intereses de Catalunya y en la encarnizada defensora de sus Constituciones y franquicias ante los reyes y ante la Inquisición.

La actuación inquisitorial en Barcelona, que se aplica en contra de la voluntad del Consejo de Ciento, tiene una repercusión económica desfavorable a causa de la huida de mano de obra cualificada, capitales y hombres de empresa. El de Barcelona es uno de los pocos tribunales locales del que se han conservado estadísticas. En diez años se celebraron 31 autos de fe. 10 personas de la ciudad o de los alrededores sufrieron estrangulación, siendo después quemadas; 13, quemadas vivas; 15, quemadas muertas; 430, quemadas en efigie; 116, condenadas a penas de prisión y 304 reconciliadas después de voluntaria confesión.

En la fecha, los remensas delegan al célebre Verntallat para que gestione su redención. Pero las Corts Catalanes ratifican a los señores el pleno uso de servidumbres y derechos sobre los «remensas».

Fernando el Católico ordena en 1487 que la jurisdicción del Santo Oficio se extienda a todo el territorio de la Corona de Aragón; se termina así la oposición local a tal medida, que desde hace diez años mantienen. Tal vez puede considerarse significativo que el propio monarca ceda parte de su palacio, sito en la plaza del Rei, como sede de una institución tan temida. Y, por lo tanto, debe tenerse por significativa también la entrada aparatosa que realiza en Barcelona el primer inquisidor: Alonso Espina. Así las cosas, no cabe sorprenderse de que ni los consellers del Consell de Cent ni los diputados de la Generalitat salgan a recibirle aquel día. Y, por si fuera poco, tardarán todavía no pocos días antes de rendirle el juramento que por su cargo le es debido; en efecto, no se realiza hasta el 20. Para contrarrestar este efecto y contentar su soberbia extrema, Fernando se autocomplace entrando a caballo hasta el interior de la catedral.

El 14 de diciembre de 1487 inaugura sus sesiones el tribunal de la Inquisición en Barcelona, con un gran acto público; más que efectivo, consistió en un simbólico ritual de desagravio, reconciliación y de perdón, otorgado a medio centenar de reos. Los judíos conversos, sufren en Barcelona, desde el año de la fecha, el control de la Inquisición y son marginados en muchas instituciones por decretos de pureza de sangre. El \»poderío real absoluto\» de Castilla se irá implantando también en la confederación catalano-aragonesa, debilitando la autoridad de sus antiguas instituciones gubernamentales que nada podrán hacer, por ejemplo, para detener la llegada de la Inquisición castellana a su reino, en contra de la voluntad popular. Por otra parte la caída de los últimos baluartes musulmanes despierta en los Reyes un nuevo fervor en la idea de la unidad del país y la creación de un estado nacional, un concepto todavía incipiente en Europa. En esta España que todavía no se conoce como tal, carente de identidad nacional, no hay capital ni centro geográfico: el centro está en la autoridad de las personas físicas de Fernando e Isabel.

En la fecha, tiene efecto en Barcelona, un auto de fe en la plaza del Rey. Para ello es instalado un tablado, sobre el que son situados los acusados, dos mujeres, otros tantos hombres y 24 estatuas que cumplen las veces de representación, pues los culpables no han podido ser detenidos. Concluida la siniestra ceremonia, aquellas efigies son trasladadas al Canyet (donde hoy se encuentra la Vila Olímpica), y significativamente quemadas.