El reinado de AHMAD I al-MANSUR (1579-1603) se considera la edad de oro de Marruecos. El país se beneficia en gran medida de la llegada de varios miles de moriscos expulsados de España. El territorio marroquí permanece unido y prospera facilitando el desarrollo del arte y la arquitectura nacionales.

El cardenal GRANVELA llega a Madrid para sustituir a PÉREZ en la secretaría del rey.

Enterado FELIPE II de las intrigas de Antonio PÉREZ, hace detener, en la noche del día de la fecha, a Antonio PÉREZ y la princesa de ÉBOLI (ANA de Mendoza de la Serna) su amante. Esta detención acaba virtualmente con el partido cortesano de los ebolistas, que había gozado de un gran poder permanente en la Corte después de la caída en desgracia del duque de ALBA. Pero el rango que detenta y el acceso que ha tenido a los secretos de estado imponen una serie de normas y precauciones que afectan al proceso abierto contra él y que se prolongará durante varios años.

Sancho de Ávila militar español que estuvo a las órdenes del duque de Alba durante la revuelta de los Países Bajos (1579) se encuentra ahora en Portugal en la ocupación de Oporto.

A fines del siglo XVI la población morisca en España, asciende a 275.000 personas. Especialmente en Valencia se concentra la mayor parte de la misma; el resto está distribuido por Castilla, Extremadura, Murcia y Andalucía. Fundamentalmente los moriscos viven en el campo, en calidad de vasallo de los señores laicos, en condiciones mucho más duras que la población cristiana. Sólo algunos núcleos viven en las ciudades como artesanos, y otros son arrieros o buhoneros. Todos los conversos dudosos han sido muertos o expulsados, con el consiguiente debilitamiento para el país, pues la ha costado la pérdida de muchos trabajadores esforzados y capaces.

En la década de los 80, más preocupados los turcos por sus dificultades en la frontera persa y más interesado FELIPE II por los problemas de Portugal, las Indias y el Atlántico, sucede lo que era de esperar: el viejo Mare Nostrum vive un era de relativa paz, con un equilibrio más o menos estable entre las antiguas potencias competidoras, cuya actividad comercial irá disminuyendo con el paso de los años y con la abertura y desarrollo de las nuevas vías oceánicas.

Sebastián de Portugal era hijo de Juana de Austria (hija de Carlos I de España) y nieto de Juan III y de Catalina de Austria, hermana del citado emperador. Desaparecido Sebastián en su campaña africana, le sucede su tío abuelo el anciano Cardenal Enrique, que sólo le sobrevive dos años. Como éste era hijo de Manuel I el Afortunado, al morir sin sucesión, Felipe II reivindicará sus derechos al trono.

La reina ANA, esposa de FELIPE II, da a luz a la infanta MARÍA.

GREGORIO XIII trata desde Roma de frenar la invasión de Portugal por las tropas españolas y envía a toda prisa a sus delegados ante FELIPE II. Pero los delegados pontificios son, ya desde Zaragoza, obstaculizados en su misión por orden expresa del rey. Se les recibe en cada ciudad, en cada pueblo, en cada burgo, en cada aldea, con tanto fervor y cortesía que su marcha se retarda hasta el infinito. Cuando FELIPE II escuche las solicitudes papales, la conquista de Portugal será un hecho consumado. FELIPE II que ha impuesto con la fuerza de las armas sus pretensiones de sucesión al trono de Portugal, lo incorpora a España proclamándose rey. Todas las posesiones lusas quedan sujetas al monarca español. Por vez primera desde los visigodos, la Península Ibérica constituye una única unidad política.

En enero de 1580 muere ENRIQUE I, sucesor del rey portugués don Sebastián, que ha dejado un consejo de regentes para gobernar el país hasta que se escoja a su sucesor. Siete son los candidatos. El monarca español FELIPE II, legítimo aspirante ya que su esposa era tía de Sebastián I y que cuenta con el apoyo de algunos consejeros, cree que sus derechos son imprescriptibles y comienza a actuar con maniobras diplomáticas y militares. Hacia mediados de junio de 1580 el ejército español, al mando del duque de ALBA, cruza la frontera con Portugal cerca de Badajoz y avanza rápidamente hacia Lisboa. Por su parte, la flota, bajo la dirección del marqués de Santa Cruz, queda dispuesta frente a la desembocadura del Tajo.