Francia busca aliados, no sólo en Europa. El rey «cristianísimo» no duda en negociar con los más grandes enemigos de la cristiandad, los turcos, que amenazan las fronteras orientales del Imperio. Esto da la medida de la evolución que se ha producido desde los tiempos de la Edad Media. Los egoísmos nacionales y la razón de estado prevalecen sobre las preocupaciones religiosas. Así, pues, FRANCISCO I demanda abiertamente la ayuda militar de SOLIMÁN el Magnífico, tanto más cuanto que CARLOS (V) de Alemania se ha aliado con el gran enemigo de los turcos, el sha Thamasp, el soberano safawida de Persia. FRANCISCO I habría querido lanzar a SOLIMÁN I sobre Italia, pero éste prefiere Hungría. «No puedo negar -dice FRANCISCO I- que deseo vivamente ver al turco muy poderoso y dispuesto a la guerra, no por él, puesto que es un infiel y nosotros somos cristianos, sino para debilitar el poder del emperador, para obligarle a fuertes dispendios, para asegurar a todos los demás gobiernos contra un enemigo tan poderoso».
VALOIS EN FRANCIA (1328-1589)
Total de piezas: 404
La victoria imperial en Pavía, también inquieta a los ingleses.
La victoria imperial en Pavía, también inquieta a los ingleses, fieles a la «política de equilibrio» y decididos a invertir las alianzas. El cardenal Wolsey, inspirador de la diplomacia de ENRIQUE VIII de Inglaterra, se reúne con FRANCISCO I en Calais.
FRANCISCO I, regresa a Paris tras el cautiverio sufrido en Madrid después de la batalla de Pavía.
FRANCISCO I, regresa a Paris tras el cautiverio sufrido en Madrid después de la batalla de Pavía, tomando de nuevo posesión del trono. Pero apenas ha puesto el pie en Francia, cuando declara que aquel tratado le ha sido arrancado mediante la violencia, y que «es nulo y sin efecto».
El desastre francés de Pavía, traspasaba la hegemonía en Italia a España.
El desastre francés de Pavía, al que había precedido el de Bicocca, traspasaba la hegemonía en Italia a España y sembraba, por lo mismo, la inquietud en el ánimo del papa que veía cómo CARLOS I se convertía en el dueño de gran parte de la península y se constituía en potencial amenaza para la preponderancia eclesiástica y para la continuidad en el poder de su propia familia al frente del ducado de Florencia. Le pareció momento de actuar y lo hizo; pero calculó mal y se equivocó. Retomando el grito de «¡fuera los bárbaros!» que había lanzado Julio II contra los franceses, aplicado ahora a los españoles, y siguiendo la desacreditada práctica de aquél de aliarse alternativamente con los unos para desembarazarse de los otros, CLEMENTE VII buscó la asistencia de FRANCISCO I. Estaba éste comprometido por el Tratado de Madrid a no intervenir en Italia, pero fue el propio papa quien le disipó cualquier escrúpulo de moral caballeresca y le animó a su incumplimiento haciendo alarde de una amplia laxitud de conciencia; le manifestó por escrito que los tratados que se firman bajo la presión del miedo carecen de valor y no obligan a su observancia. Con la dispensa papal que legitimaba su resistencia a someterse a las cláusulas del tratado, FRANCISCO I se dispuso a hacer frente al emperador, y a tal efecto se formó el 22 de mayo de 1526 la liga de Cognac o liga Clementina, integrada por el papa, Francia, Venecia y Florencia.
En la guerra contra Francia en territorio italiano, las tropas imperiales saquean Roma durante ocho días.
En la guerra contra Francia en territorio italiano, los mandos del ejército imperial pierden el control sobre las tropas alemanas, enviadas por FERNANDO I, a las que se han añadido, italianos y españoles-. El Condestable de Borbón -uno de los magnates más influyentes de Francia, enemigo de FRANCISCO I- manda estas tropas, y aunque ha sido avisado de la reciente firma de paz con el papado, piensa atacar como empresa personal a la desguarnecida Roma. El duque lleva una túnica blanca para que todo el mundo lo reconozca y lo siga. Pero también el enemigo lo distingue. Un disparo de arcabuz da de lleno en el duque de Borbón y muere. Los soldados no se retiran ante este suceso, al contrario, avanzan enfurecidos y ya dentro de la ciudad, saquean y destruyen, en la fecha, todo lo que encuentran a su paso, en lo que sera conocido como «el sacco de Roma» y que durará ocho días. No es sólo la muerte del duque de Borbón, es el hambre, los meses sin paga, la avaricia, la ferocidad, el pillaje, la sangre… Las tropas imperiales ni siquiera respetan el Vaticano, defendido por un puñado de oficiales y soldados de la Guardia Suiza (189 en total).
FRANCISCO I, esta vez aliado con ENRIQUE VIII de Inglaterra, envía un ejército sobre Roma.
FRANCISCO I, esta vez aliado con ENRIQUE VIII de Inglaterra, aprovechando la inmediata reacción producida por los hechos ocurrido en Roma y coaligado en la Liga Clementina, so pretexto de la defensa del papado en peligro, envia un ejército mandado por Lautrec, que reconquista Lombardía (a excepción de Milán, defendida por Leiva) y marcha sobre Roma, pero es vencido por el príncipe de Orange en Aversa. Por otra parte Andrea Dòria, con toda su escuadra, se pasa al bando español. Para colmo de desventuras, se declara la peste, y Lautrec muere a consecuencia de la epidemia. De nuevo los imperiales llevan la mejor parte; en poco tiempo, los franceses serán rechazados en todos los frentes, y no conservarán más que las dos ciudades de Asti y Alejandría. Italia, quedará, definitivamente, bajo el dominio imperial.
Francia y España desean la paz. Se firma, pues, entre ambos, la Paz de Cambray o «Paz de las damas».
Francia y España desean la paz. Se firma, pues, un pacto en la ciudad francesa de Cambray (Paz de Cambray). A este tratado se le llama también: la Paz de las Damas. En efecto, en la localidad francesa de Cambray se reúnen -en la fecha- MARGARITA de Austria, tía de CARLOS (V), y LUISA de Saboya, madre de FRANCISCO I de Francia, con el objetivo de llegar a un tratado que pusiera fin a las hostilidades entre ambos monarcas. Por la firma de la Paz de Cambray, CARLOS I de España renuncia a Borgoña y devuelve sus dos hijos a FRANCISCO I. Éste, por su parte, renuncia al ducado de Milán, que es restituido a Francisco Sforza, feudatario del emperador, y renuncia también a sus derechos de soberanía en Flandes y en el Artois. Después de todo, el turco SOLIMÁN I el Magnífico, se halla a las puertas de Viena, y CARLOS no está en condiciones de regatear. Con todo eso, las guerras entre Francia y los Habsburgo continuarán y se mantendrán indecisas.
En 1491 Ana, heredera del ducado, se ha casado con CARLOS VIII de Francia, pero hasta 1532 no se integra totalmente el ducado a la corona francesa.
La región de Bretaña estaba habitada desde muy antiguo, como atestiguan sus monumentos megalíticos. Los romanos la llamaron Armórica, pero fue menos romanizada que el resto de las Galias. En el siglo VI se habían asentado en ella celtas procedentes de Inglaterra. Los reyes francos nunca han llegado a dominarla totalmente y en el siglo X Godofredo de Rennes se había erigido duque de Bretaña, ducado que estuvo durante una generación en manos de los Plantagenet ingleses. En 1491 Ana, heredera del ducado, se había casado con CARLOS VIII de Francia, pero hasta 1532 no se integra totalmente el ducado a la corona francesa.
Un gran ejército de CARLOS (V) consiguye sin apenas batalla que los turcos se retiren a Constantinopla.
Con la ayuda de los príncipes alemanes protestantes y de buena parte de la nobleza castellana, CARLOS (V) acude en 1532, con un ejército de más de cien mil hombres, en ayuda de su hermano FERNANDO de Habsburgo para defender Viena del ataque de SOLIMÁN, pero FRANCISCO I de Francia, quien teme que el emperador derrote a los turcos y así se centre en la guerra contra él, aconseja al sultán que no ataque al ejército imperial y éste acaba retirandose sin ofrecer apenas batalla. SOLIMÄN, por su parte, se retira a Constantinopla. Dominada, de esta manera, la invasión de los turcos que había amenazado con invadir la cristiandad, el emperador se decide regresar a España.
Convenio de Saafeld entre FRANCISCO I de Francia y la Liga de Esmalkalda.
Convenio de Saafeld entre FRANCISCO I de Francia y la Liga de Esmalkalda. FRANCISCO I, aunque reprime el protestantismo en su propio país, favorece a los estamentos protestantes alemanes por su oposición al emperador.

