Posteriormente en una segunda bula que obtiene el regente FERNANDO del papa JULIO II, en 1513, denominada Exigit Contumacium, la casa de Albret queda desposeída de su reino y se libera a los súbditos navarros del juramento de fidelidad a sus reyes, quedando el reino a merced de quien lo tome primero. FERNANDO se apresura a invadir con un ejército castellano al mando de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba, que ocupa el Reino de Navarra en dos meses.

Fallece el papa JULIO II consiguiendo ver terminada la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Por otra parte la obra de construcción de la basílica de S. Pedro en el Vaticano, es interrumpida no siendo proseguida por los papas que le sucederán -León X, Adriano VI y Clemente VII- debido a los trágicos acontecimientos políticos de la época. JULIO II muere en febrero de 1513 sin haber podido solucionar este problema. Por otra parte, cavilaba ahora el pontífice cómo arrojar del suelo italiano a los españoles que se estaban convirtiendo en sus nuevos amos. Buscaba un salida al círculo vicioso en el que se veía inmerso desde que pretendió imponer su autoridad sobre Venecia, y que le arrastraba a caer en manos de una potencia extranjera para librarse de otra a la que se había entregado previamente por la misma razón. Fallece sin haber solucionado este problema. Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Fructus Jovis juvabit (El fruto de Júpiter agradará), cita que hace referencia a que en su escudo de armas aparece un roble, el árbol de Júpiter.

El mundo y la política mundial han variado en los últimos años. La antigua fragmentación de Europa en pequeños reinos, principados, ducados, marquesados y señoríos ha dejado paso a poderosos estados centralizados donde es fundamental la figura del rey (Carlos I de España, Francisco I de Francia, Enrique VIII de Inglaterra tienen ambiciones imperiales y ejercen una autoridad absoluta). La Iglesia Católica ve claro el momento y quiere hacer como ellos, convertirse en uno de los grandes. Tiempo atrás, la figura del papa, con contadas excepciones, imponía mucho menos respeto a la aristocracia, y el teórico poder que le otorgaba el monopolio de la moral no era suficientemente fuerte para afectar las decisiones seculares y políticas.

Los papas Sixto IV, Alejandro VI y Julio II, consiguen consolidar los Estados Pontificios, que ocupan todo el centro de la península italiana y hacen frontera con el Reino de Nápoles y de Venecia, y el Milanesado. Son los papas que se sitúan a caballo de dos siglos (XV y XVI), y que podrían ser cualificados de príncipes guerreros porque se dedican a luchar contra cualquiera que se oponga a su afán de poder y, cuando es necesario, contra los propios aliados que les han ayudado antes en sus propósitos. Maquiavelo, escribirá: «Antes no había ningún barón, por modesto que fuese, que no despreciara el poder papal; ahora, hasta el rey de Francia lo respeta». El Vaticano quiere ser poderoso y se da cuenta de que no es suficiente el papel de padre espiritual. El Papa ha de ser un hombre de estado, los cardenales, ministros; y los obispos y nuncios, embajadores, pero no sólo de la cristiandad, sino de un reino soberano dotado de poder terrenal, es decir, ejército, soberanía sobre un territorio, reyes amigos, etc., a parte del plus con el cual aventaja al resto de los monarcas: un poder supraterrenal que nunca nadie se ha atrevido a contestar.

LEON X -papa- (19.3.1513-1.12.1521), hijo de LORENZO el Magnífico de Florencia, por tanto de la familia de los Médicis. Ha sido nombrado cardenal a los catorce años. Elegido Papa a los treinta y ocho años, tendrá que ser ordenado sacerdote, pues no lo está. Practicará asiduamente el nepotismo, situando a miembros de la familia Médicis en los órganos de poder de la Iglesia romana; incluso gravará a la Hacienda papal con los gastos de la Guerra de Urbino (1516-17), destinada a conquistar dicho ducado para su sobrino Lorenzo II. El pontificado de León X apenas traerá novedades en materia religiosa, pues se comportará como un príncipe italiano más, dedicado a conservar y ampliar sus dominios por medio de la diplomacia y de la guerra, así como a ejercer el mecenazgo artístico.

LUTERO inicia sus clases de Sagrada Escritura en la Universidad de Wittemberg, como encargado de la cátedra correspondiente. Durante los cuatro años siguientes y recorriendo los Salmos y las epístolas a los Romanos, a los Gálatas y a los Hebreos empezó a sentir en sí fuertes embestidas y tentaciones. Se apoderó de él un fuerte sentimiento de culpabilidad, acompañado de la impresión de que, a pesar de su arrepentimiento y de sus penitencias, no era digno de presentarse ante la majestad divina. Sus experiencias personales y sus predisposiciones hicieron que exagerase las doctrinas agustinianas sobre el pecado y la gracia, que entendiera y explicara en un sentido parcial y unilateral las palabras de S.Pablo (Rom 1;17), que prescindiera de la tradición y del magisterio eclesiástico, no admitiendo más que la sagrada Escritura como norma de fe. ¿Por dónde tiraría y hasta dónde llegaría por fin este hombre?.

LEÓN X encarga a Rafael Sanzio construir la basílica de San Pedro, cuyo coste le obligará a recabar fondos intensificando la venta de bulas de indulgencia. El papa LEÓN X renueva la indulgencia -concedida por su antecesor JULIO II- para adelantar las obras de la basílica de S.Pedro en Roma. A este fin, los fieles, después de contritos, confesados y comulgados, entre otras cosas buenas, a las que iba aneja la indulgencia, habían de dar una limosna en metálico para la construcción de la basílica de S.Pedro. De hecho fueron innumerables las iglesias para las que se allegaron por este medio los fondos necesarios para su construcción o reparación, lo mismo que se hizo para muchos otros fines sociales, como, por ejemplo, para levantar centros de asistencia y para la construcción de puentes. El sistema de indulgencias era en general bien recibido por el pueblo cristiano. En cuanto a la iglesia de S.Pedro, se trataba de un santuario, en que toda la cristiandad estaba interesada.

En Württenberg, el descontento provocado por la creciente presión fiscal aglutina a las clases inferior, campesinado y proletariado urbano, en la primavera y verano de 1514. Como administrador supremo de todo el asunto de las indulgencias para la mayor parte de Alemania es nombrado el príncipe de la casa de los Hohenzollern ALBERTO de Brandeburgo que desde el año 1514 es arzobispo de Magdeburgo y administrador del Obispado de Halberstadt.

En 1515, Alberto de Brandeburgo es nombrado arzobispo de Maguncia. Para reunir la cantidad necesaria para pagar a Roma los derechos que eran de ley al recibir un obispado, Alberto se hace prestar una fuerte suma por la banca Fugger de Augsburgo. Para cubrir la deuda se le concede la mitad de las limosnas que ingresen de las que se recojan para la iglesia de S.Pedro. Esta concesión no es decorosa, tratándose de indulgencias

JUAN TETZEL, fraile dominico a quien el arzobispo Alberto ha encomendado la predicación de la indulgencia concedida por LEÓN X con el objeto de construir la basílica de S.Pedro de Roma, no cumple su oficio con la suficiente dignidad; en lugar de atenerse al uso tradicional de la Iglesia, se atiene a las instrucciones de Alberto, según las cuales para ganar la indulgencia basta la entrega de la limosna. Es fácilmente explicable y nada injusto que alguien levante su protesta.