Carlos quiere la totalidad del poder por lo que se hace proclamar rey de las Españas.

Entretanto, los más leales servidores de Fernando II se trasladan a Bruselas para ponerse a disposición del nuevo rey. Los castellanos ven perfilarse un futuro gobernado por flamencos y aragoneses, algunos de éstos, para más escarnio, judíos conversos. CARLOS acaba de cumplir los dieciséis años y es un joven frío, indeciso e influenciable, que sólo se interesa por la caza y la equitación. No ha sido verdaderamente educado para la tarea que se le viene encima. Como no ha estado nunca en España, y ni siquiera conoce su idioma, no parece tener prisa en partir hacia sus estados, y encarga a muchos de sus consejeros flamencos que gobiernen el país; así, ADRIANO de Utrecht comparte la regencia con el cardenal español Jiménez de CISNEROS, y el fiel CHIEVRES dirige, en la práctica, la política española. En pocos meses, los flamencos ocupan los cargos más ostensibles, y son acusados por los españoles de saquear vergonzosamente el país, de encauzar todo el oro hacia los Países Bajos, de ignorar las costumbres nacionales y de oprimir a la población.

A pesar de que jurídicamente la Corona de Aragón sobrevivirá hasta principios del siglo XVIII (Decreto de Nueva Planta de 1716), de hecho, como entidad autónoma verá disminuir notablemente su autonomía desde 1516 al morir Fernando II el Católico, su último rey privativo. Por otra parte, contrariamente a lo que escribirán los autores románticos y nacionalistas, no parece que Catalunya haya sido ni abandonada ni arruinada por Fernando II. Bien al contrario, Catalunya se ha beneficiado de la política de Fernando. Castilla ha representado para Catalunya, la seguridad y la paz, y los catalanes no han vacilado en dirigir las cartas a Fernando II, titulándolo “Rey de España”.

El 21 de marzo de 1516, CARLOS envía una carta a Castilla en la que informa de su decisión de titularse Rey. CARLOS no se contenta con sólo gobernar como regente, quiere la totalidad del poder por lo que se ha hecho proclamar rey de las Españas en la iglesia de Santa Gúdula en Bruselas. La proclamación por los cortesanos flamencos, es a todas luces ilegal, en primer lugar porque vive todavía JUANA la Loca, su madre, reina efectiva de Castilla y en segundo lugar porque sólo las Cortes de cada uno de los territorios que forman la corona de España pueden proclamarlo rey de los reinos que representan y aun eso después que el rey haya jurado acatamiento y respeto a las leyes y costumbres de cada país. El regente, cardenal CISNEROS, se ha opuesto inicialmente al propósito de CARLOS de hacerse nombrar rey pero, ante sus órdenes tajantes, opta por iniciar este proceso.

Tras largas deliberaciones del Consejo, el 3 de abril el cardenal CISNEROS informa al Reino de la decisión de Carlos. El 13 del mismo mes se informa de la nueva intitulación real: Doña Juana y don Carlos su hijo, reina y rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las Islas, Indias y Tierra Firme del mar Océano, condes de Barcelona, señores de Vizcaya y de Molina, duques de Atenas y Neopatria, condes de Ruisellón y de Cerdaña, marqueses de Oristán y de Gociano, archiduques de Austria, duques de Borgoña y de Brabante, condes de Flandes, de Tirol, etc.

En mayo, los tres estamentos del Reino de Navarra, reunidos a petición del virrey Antonio Manrique de Lara, juran fidelidad a CARLOS como su rey y señor natural. Mientras tanto, en la Corona de Aragón la situación es caótica. No hay manera de poner de acuerdo al Justicia de Aragón, a la Audiencia Real de Aragón y a la Diputación en que acepten al arzobispo Alonso de Aragón como gobernador alegando, entre otras cosas, que, según las leyes aragonesas, el cargo de gobernador sólo puede ser ejercido por el heredero al Trono. A todo ello se añade el que ninguna institución de la Corona de Aragón le reconoce a CARLOS el título de Rey hasta que no jure los fueros y libertades de los Reinos.

La inmensa extensión territorial que representan los reinos heredados por CARLOS I y el hecho de que todas estas posesiones diseminadas tienen como único lazo de unión la persona del emperador presentan un grave peligro. CARLOS I comprende en seguida que no puede gobernar solo. Por ello confía la regencia de los Países Bajos a su tía Margarita que, desde la muerte de Felipe el Hermoso, ha impulsado notablemente el desarrollo del país. Corresponde a CARLOS la responsabilidad de haber definido las fronteras y autonomía de los Países Bajos respecto a la estructura del Imperio germánico. Sucesivas incorporaciones territoriales establecieron en diecisiete el número de provincias de la Unión -viejos condados, obispados, ducados- redondeando y consolidando sus límites. Para las gentes de las 17 provincias, CARLOS era su propio soberano, aunque compartiese su gobierno con el de otros reinos. La especial delicadeza de CARLOS al tratar los asuntos de cada una de sus posesiones y los constantes viajes personales a sus estados, cuidó de no deshacer esta idea.

CARLOS recibe, además de los reinos de España, los territorios austriacos de los Habsburgo: Flandes, Artois, Henao, Nemur, Brabante, Limburgo, Luxemburgo, Holanda y Zelanda. CARLOS es señor natural de los Países Bajos de los que toma posesión antes de venir a España. CARLOS de Gante refuerza su autoridad en los Países Bajos, situando gobernadores en las provincias y regidores en las ciudades, totalmente adictos a su persona, y formando un ejército permanente. Se preocupa especialmente de asegurar el control de aquella provincia, de la que sigue obteniendo la mayor parte de sus recursos, en espera del oro americano. Por otra parte, las tierras de Frisia, Utrecht, Overyssel, Groninga, Gueldres y Zutphen serán incorporadas en su tiempo.

CARLOS de Gante, Carlos I de España y V de Alemania, es elegido rey de los dominios españoles y americanos, que recibe de sus abuelos los Reyes Católicos. Más tarde recibirá la herencia imperial, al servicio de la cual se pondrán los reinos españoles, interviniendo en las guerras de religión europeas. CARLOS I, se convertirá en España en un soberano común para una serie de territorios que, hasta el siglo XVIII, mantendrán sus propias instituciones, fueros y particularidades. De hecho hasta la llegada de los Borbones (siglo XVIII), ninguno de los soberanos de la casa de Austria -de los cuales CARLOS I es el primero de ellos- debería  considerarse formalmente rey de España, porque España como entidad política no existe todavía. El Rey no lo es del conjunto, sino de cada uno de los territorios que lo forman. De hecho, los monarcas de la casa de Austria son reyes de un sinfín de Estados. El conjunto de ellos es la llamada monarquía hispánica, cuya base esencial está constituida por los territorios españoles. Es lo que quiere decirse al hablar de “las Españas”, en plural.

Habiendo fallecido el rey de España, Fernando el Católico. Esta situación de crisis es aprovechada por el sultán de Argel, hasta entonces vasallo de España, para romper sus lazos con el Imperio español. El sultán llama a Aruj BARBARROJA y éste acude con un ejército a Argel para ayudar al sultán contra los españoles, sus grandes enemigos. Cuando Aruj toma la ciudad de Argel, todos los españoles que viven allí huyen y se refugian en un fuerte construido en una isla de la costa argelina, en el Peñón de Argel. Éstos piden ayuda a España y el nuevo regente hasta la llegada del rey CARLOS, el cardenal CISNEROS, envía al ejército con el fin de recuperar Argel. Sin embargo, la batalla es a favor de BARBARROJA y sus corsarios. Pero, deseoso de un reino, BARBARROJA acaba decapitando al sultán y se proclama rey (bey) o sultán de Argel. Aruj se llevó a su hermano Hayreddín, su mano derecha, a su nuevo reino. La leyenda cuenta que convirtió Argel en su reino personal, como si fuera un gobierno corsario, y que obligó a la viuda del sultán a casarse con él.