Al morir Fernando III, es proclamado rey de Castilla y León, su hijo ALFONSO X el Sabio (1252-1284) quien ya desde mucho antes ha colaborado con él en las tareas de gobierno, tomando parte activa en la lucha contra los musulmanes y habiendo incorporado a Castilla la taifa de Murcia. Pero cuando sube al trono a la muerte de su padre, ya ha dado también muestras de sus verdaderas limitaciones en el ámbito político. Su reinado será absolutamente desastroso.

ALFONSO III de Portugal se casa con BEATRIZ, la hija bastarda de ALFONSO X de Castilla.

La jefatura de la casa de Suabia recae, por impensado azar, en la viuda de Fernando III, BEATRIZ, hija de Felipe de Suabia, y en los hijos de ésta, que eran siete varones y tres hembras. BEATRIZ es la madre de ALFONSO X, lo que lleva a éste a convertirse en aspirante a la corona de Alemania, aunque allí la sucesión no es por herencia sino por elección. Con el trono imperial vacante, Europa es un hervidero de intrigas y pretendientes, cada cual con sus alianzas y sus cabildeos. La candidatura de ALFONSO X es apoyada por los franceses y por los gibelinos italianos. ALFONSO X, encaprichado con su imperio, se titula “por la Gracia de Dios rey de Romanos y emperador electo” y mantiene una rumbosa Cancillería Imperial regentada por italianos y una campaña electoral interminable cuyo principal cometido consiste en sobornar a los príncipes electores. Otro candidato será RICARDO de Cornualles.

La situación en Navarra después de la muerte de su rey Teobaldo I, induce a ALFONSO X de Castilla a alegar supuestos derechos al trono navarro. Ante esta situación, y debiendo ausentarse TEOBALDO II de Navarra -todavía menor de edad- para tomar posesión del condado de Champagne, su madre MARGARITA de Borbón, pide a JAIME I de Aragón que defienda a su hijo. JAIME I , valiente pero poco hábil en la diplomacia, reincide en un nuevo tratado similar al que había firmado años antes con Sancho VII. En efecto, se firma en Tudela, entre MARGARITA de Borbón y el infante ALFONSO, primogénito de JAIME I, un tratado para ayuda ofensiva y defensiva, visto que seguían vigentes las pretensiones expansionistas castellanas, protagonizadas ahora por ALFONSO X el Sabio, hijo y sucesor de Fernando III.

ALFONSO X el Sabio, rey de la Corona de Castilla, decreta la hoguera para todos los que apostaten del cristianismo convirtiéndose al islamismo o al judaísmo.

A partir de este año, empiezan a producirse enfrentamientos de la nobleza con el rey ALFONSO X. La nobleza, que adopta una postura más de desobediencia que de enfrentamiento, pretende compartir el poder con el rey, evitando que la monarquía adquiera un carácter absoluto, además de pretender -en ocasiones- un acercamiento en el campo internacional a las posiciones güelfas (amistad con Francia). ALFONSO X, por su parte, frente a tal actitud adopta concesiones y claudicaciones, tal vez por interés de su política relacionada en aquellos años con la posibilidad de llegar a ser emperador. La situación culmina con la reunión de Burgos, que no obtiene ningún resultado positivo, pero que marca la marcha del infante FELIPE, hermano del rey y caudillo de la nobleza disidente, hacia Granada, donde se instala.

En 1255 el papa ALEJANDRO IV aprueba la creación de la Universidad de Salamanca por Alfonso X, el Sabio, le concede sello propio y la licencia ubique docendi

En este año de 1256, ALFONSO X de Castilla y un equipo de jurisconsultos, inician la recopilación de la obra cumbre del derecho alfonsino: “Las Partidas”. Se trata de un texto que reúne fuentes de derecho consuetudinario castellano añadiéndole una gran cantidad de derecho romano. En principio la obra está llamada a ser el código territorial de derecho castellano, pero su aplicación, extensiva a los dominios de la Corona, no tendrá lugar hasta el siglo siguiente.

A partir del año 1256, considerando normalizada la situación en la Península, ALFONSO X se entrega de lleno al que será llamado “fecho imperial”, que durante años se alzará como el mayor de sus intereses políticos y que, sin embargo, no será más que un rosario de reiterados fracasos. Por su herencia materna, es acreedor a ceñir la corona imperial y a ello dedicará cuantiosas partidas que extraerá de las arcas castellanas y destinará a la compra de las voluntades de los electores que han de decidir tan crucial cuestión. Este empeño le ocupará casi veinte años, hasta que la fuerza de los hechos le obligará a renunciar definitivamente a él.

En Navarra, ALFONSO X propicia algunos golpes de mano, preocupado, sobre todo, por la influencia francesa en aquel reino. Cuando ALFONSO X se dispone a intervenir en Navarra, por la minoría de edad de TEOBALDO II, una serie de revueltas en Andalucía y Vizcaya le obligan a zanjar el nuevo problema. Resueltos estos conflictos y ante la oposición de JAIME I a sus planes sobre Navarra, ALFONSO X cambia su táctica y pacta con TEOBALDO II de Navarra. El 1 de enero de 1256, ambos reyes se reúnen en Vitoria y el de Castilla entrega el señorío de San Sebastián y Fuenterrabía al navarro con carácter vitalicio. En contrapartida recibe el homenaje de vasallo del rey TEOBALDO II. Éste constituye el primer acto de vasallaje de un rey navarro a un rey castellano.