MARIA Estuardo desembarca en Workington, en el norte de Inglaterra, convencida de que su prima la podrá ayudar. ISABEL se queda perpleja. En todo momento ha sabido de las conspiraciones de la nobleza contra la Estuardo -incluso las ha alentado, dando cobijo a los conjurados- y ahora ésta le pide amparo. De ningún modo puede permitir que MARIA camine a sus anchas por Inglaterra: sería la sentencia de muerte de la Reina Virgen, pues la soberana del norte es muy popular entre los ingleses. Además tiene una gran ventaja: un heredero. Ha solucionado el problema número uno que debe afrontar todo monarca. Así pues, será llevada de prisión en prisión, hasta terminar en la de Fotheringhay, en el noreste de Londres.

El cisma no ha prosperado en Irlanda, y en 1569, ya bajo el reinado de ISABEL I, la conferencia de Munster acuerda «la defensa de Irlanda y de la religión católica». Se traza así, por vez primera, el enunciado de una lucha que es la misma que animará la justa rebeldía de los condados del Norte, la que justificará años después los golpes de mano del I.R.A., y la que convertirá al Ulster en una gigantesca hoguera. ISABEL, como todos los monarcas posteriores, reaccionará contra los rebeldes y ordenará su aplastamiento por las armas. Y también, por vez primera, surgirá la idea de construir un enclave protestante en la zona más gaélica de Irlanda (el Ulster).

PÍO V excomulga a la reina ISABEL I de Inglaterra mediante la bula Regnans in Excelsis y libera a sus súbditos católicos de la obediencia a la misma, aun a riesgo de martirio. Esta decisión del papa les viene muy bien a los protestantes ingleses en el poder, que ya tienen un motivo para perseguir a los católicos, declarándolos reos de alta traición. Los sacerdotes tienen que ocultarse o disfrazarse y en algunos hogares católicos se habilitan escondites para ellos. A los que se niegan a asistir a los servicios protestantes, se les imponen fuertes multas. Si un sacerdote osa celebrar la Santa Misa, se le encarcela por un año. Poco a poco, las cosas irán empeorando y ser católico llegará a ser un crimen. Celebrar la santa Misa, asistir a ella, confesarse o dar refugio a un sacerdote será delito de felonía.

Tras dos viajes menores a las Indias Occidentales entre 1570 y 1571, en mayo de 1572, Francis DRAKE se embarca nuevamente con la intención de atacar Nombre de Dios, en el istmo de Panamá, donde la flota de Indias española acostumbra aprovisionarse antes de cruzar el océano de regreso a la península ibérica. En julio de ese año fracasa en su intento de apoderarse de la flota española, resultando herido. Permanece en la zona todo ese año, y en 1573, aliado con el marino francés Guillermo Le Testu, captura un convoy español cargado de oro y plata. Cuando DRAKE vuelve a Inglaterra el 9 de agosto de 1573, los escasos 30 marineros que le acompañan son todos ricos de por vida. La Reina ISABEL de Inglaterra, que patrocina a otros piratas como él, también patrocina sus expediciones e incursiones, a pesar de que ha firmado una tregua temporal con España, por lo que no reconoce oficialmente los actos de DRAKE, pero se beneficia de ellos.

Francis DRAKE, después de haber dirigido la guerra contra los españoles en el mar Caribe, emprende, en la fecha, el segundo viaje alrededor del mundo por cuenta de la reina ISABEL I. Se trata del que será conocido como «Viaje secreto».

De acuerdo con la teoría papal, una vez excomulgada la reina ISABEL I, temporalmente la soberanía legal de los reinos de Irlanda y de Inglaterra reside en el obispo de Roma. Por esta razón y porque los irlandeses han solicitado su ayuda al Papa para sacarse a los ingleses de encima, almenos en cuatro ocasiones, en 1577, 1578, 1579 y 1580, el Papa con la ayuda principalmente de España, algunas veces velada y otras abiertamente manifestada, intenta «invadir» la infiel Inglaterra. Pero cada uno de los intentos será desbaratado por una u otra cuestión, la mayoría de las veces por falta de la estructura necesaria.

Durante el reinado de ISABEL, los barcos ingleses llevan a cabo una guerra no declarada contra las posesiones españolas en América y contra los navíos españoles que transportan mercancías (incluyendo oro y plata) a Europa. A FELIPE II no le queda sino sulfurarse hasta que esté en condiciones de emprender una guerra en gran escala contra Inglaterra. El corsario inglés más importante es Francis DRAKE. Éste en una incursión contra las posesiones españolas, costea Sudamérica descubriendo el paso marítimo que ahora se llama «estrecho de Drake», y que se extiende entre aquel subcontinente y la Antártida. A continuación saquea la indefensa costa occidental de las Américas, llegando por el Norte hasta la bahía de San Francisco. Luego continúa rumbo Oeste hasta llegar a Inglaterra en 1580, lo que le convierte en el segundo expedicionario que circunnavega la Tierra.

Francis DRAKE llega a Plymouth (Inglaterra) después de su segundo viaje alrededor del mundo cargado de botín español, y la reina ISABEL sube a bordo de su barco y allí mismo le nombra caballero, tomando después su parte del botín para el tesoro nacional. Para el antiguo pirata comenzaba su etapa más brillante, convertido en verdadero símbolo del nuevo poder naval de Inglaterra. FELIPE II se enfurece, como es bien comprensible.

En 1583 se urde en París una maniobra para penetrar en Inglaterra por Escocia; la traman ENRIQUE I de Guisa, el embajador español en Francia y el nuncio apostólico, en unión de exiliados ingleses. El papa GREGORIO XIII ha prometido una sustancial ayuda financiera de 400.000 ducados de oro, pero no consigue de momento el respaldo de FELIPE II y no se puede hacer efectivo el plan. Sólo queda por intentar el asesinato de la reina, interés papal que comparten los hermanos ENRIQUE I y Carlos, duques de Guisa y Mayenne respectivamente; el complot no tiene éxito e ISABEL I, la reencarnación de la «Jezabel» bíblica, permanece en su trono a pesar de todos los intentos de GREGORIO XIII por destruirla.

El apoyo financiero que ISABEL I de Inglaterra presta a los rebeldes de los Países Bajos, así como la expulsión, en la fecha, del embajador español en Londres, Bernardino de Mendoza, acusado de pretender el derrocamiento de la reina ISABEL I, decide a FELIPE II a declarar la guerra a Inglaterra.