El brote de peste que está soportando el Imperio Romano, llega a Hispania causando una gran mortandad.

Los cristianos aparecen en el territorio del actual Aragón (Hispania) a finales el siglo II, aunque hasta mediados del siglo III no hay u?na comunidad organizada en Zaragoza. Esto se sabe por una carta sinodal firmada por CIPRIANO, obispo de Cartago, y otros 36 obispos y dirigida al presbítero FÉLIX y fieles de León y Astorga y al diácono Elio y fieles de Mérida. El Concilio y la carta se datan del año 254 o primera mitad del 255. Los obispos africanos con CIPRIANO a la cabeza responden a una carta que les habían escrito las Iglesias de León-Astorga y Mérida. Esta carta no se ha conservado, de modo que sólo podemos conocer la situación del cristianismo en Hispania por la respuesta de CIPRIANO.

Los francos consiguen pasar hacia el Sur, invadiendo la Península Ibérica llegando hacia el 257 hasta la Tarraconense, donde asedian Tarraco. GALIENO, hijo del emperador VALERIANO, consigue restablecer la frontera de Rin, cortando el paso de nuevas invasiones (durante unos años los germanos afluirán en grupos que más tarde acabarán reuniéndose) y consigue también eliminar a los alamanes. Por otra parte, los francos han de abandonar el asedio de Tarraco para evitar ser aniquilados por GALIENO.

En el paisaje rural de la Hispania del siglo III destaca la presencia de numerosas villas, grandes fincas que sirven de residencia y base de explotación agrícola. Tal es el caso de Els Munts, en Tarragona, que responde al modelo de lujosa villa romana característica de la alta aristocracia hispana. Esta villa es destruida por un incendio en aproximadamente el año 260 coincidiendo con el momento de máximo apogeo de Tarraco en el Alto Imperio y con los primeros indicios de declive. La mayor parte de los campesinos, empobrecidos por los impuestos y la reducción de las ventas, buscan la protección de los grandes propietarios entregándoles sus bienes. La propiedad de la tierra queda concentrada en pocas manos y se extiende el latifundismo. Por otra parte, los esclavos son sustituidos por los colonos. En esas fincas autónomas y capaces de defenderse por sí solas se puede adivinar ya la semilla remota de los condados feudales que acabarán por dominar la vida política de muchas zonas españolas a comienzos de la Edad Media.

Las legiones del Imperio romano galo conquistan Hispania. GALIENO tiene que aceptar la autoridad de PÓSTUMO porque los alamanes están penetrando en Italia. El Imperio Galo tiene su propio Senado, eligiendo anualmente a dos cónsules conforme a la vieja tradición republicana. Además, también tiene su propia Guardia Pretoriana.

Los francos penetran de nuevo en la Tarraconense donde destruyen Tarraco (la ciudad seguirá en ruinas en el siglo V). Los francos siguen después hacia la Bética, alcanzando África.

Los siglos I y II de nuestra era son testigos del gran desarrollo urbano del Imperio Romano y, por ende, de las ciudades hispanas. Crecen y se ven dotadas de importantes monumentos y edificios públicos. Pero a mediados del siglo III entra en crisis el sistema socio-económico del Imperio Romano y se advierte una progresiva ruralización. El sistema municipal comienza a tambalearse, y la mayor rentabilidad de las extensas explotaciones agropecuarias da un duro golpe al sistema urbano de pequeña y mediana propiedad, cuyo rendimiento es insuficiente para mantener los grandes gastos urbanos (mantenimiento de los ediles y la administración, impuestos, etc). Esto provoca el progresivo absentismo de las clases adineradas que se refugian en sus grandes propiedades agrícolas, alejadas de la presión fiscal y explotadas por un sistema de colonato o arriendo. Los pequeños propietarios urbanos por contra, no pueden competir con estas grandes explotaciones y terminarán empobrecidos, por engrosar la plebe urbana o trabajar como colonos de los terratenientes propietarios de villas rústicas. Esta concentración de tierras en pocas manos provocará varias revueltas campesinas.

Barcino tiene planta rectangular y dos calles principales (cardo maximus i decumanus maximus) que se cruzan en el foro (al lado de la actual plaza de Sant Jaume). En el foro hay un templo dedicado a AUGUSTO (del cual se conservan actualmente cuatro columnas) y unas termas. Es un pequeño núcleo, una loma entre dos ríos. (Estos dos ríos serán conocidos en el S. XII como el Merdançà y el Cagalell -¡tan contaminados iban!-. Después se convertirán en las Ramblas y Vía Layetana respectivamente). Dos acueductos abastecen de agua a la ciudad (Se conservan en la Plaza Nova restos de uno de los dos acueductos). La inseguridad provocada por las luchas políticas dentro del Imperio (anarquía militar) y las destrucciones causadas por los bárbaros (francos y alamanes) conducen a las autoridadades romanas a rehacer las murallas de Barcelona. Éstas son fortificadas en el año 268 con una serie de setenta y ocho torres, e incluso alteraciones medievales posteriores llegarán a doblar y hasta triplicar su altura. Desde esta época, Barcelona toma el relevo de Tarraco como población más importante del territorio catalán, gracias a su vitalidad económica, riqueza y buena situación geográfica.

Las provincias de Hispania vuelven, en la fecha, al control de Roma (Desde el 261 formaban parte del Imperio Galo).

Nueva división administrativa de Hispania al amparo de las reformas impuestas en todo el imperio por DIOCLECIANO. En esta nueva estructura se dividen las provincias imperiales en diócesis gobernadas por un vicarius (La Iglesia posteriormente reproducirá el proyecto imperialista romano). Previamente la Hispania Citerior se divide en tres provincias: la Cartaginensis con capital en Cartagena; .la Tarraconensis con capital en Tarragona, y la Gallaecia, con capital en Braga. Así, pues, las cinco provincias romanas de la península contituyen la diócesis de Hispania, en la que queda también incluida la provincia de Mauritania Tintigitana Las islas Baleares quedan adscritas por DIOCLECIANO a la provincia Cartaginensis. Hispania se subdivide definitivamente en cinco provincias: Bética, Lusitania, Cartaginense, Gallaecia y Tarraconensis. A partir de Constantino, la diócesis de Hispania dependerá de la prefectura de las Galias cuyo prefecto residirá primero en Tréverios y después en Arlés.