GREGORIO -hermano de BASILIO, obispo de Cesarea- después de casarse y entrar en un monasterio, es ordenado obispo del pequeño poblado de Nisa, a pesar de su personal oposición. Es en este mismo año cuando escribe su tratado «De virginitate» (Sobre la virginidad), siendo la primera de una gran cantidad de obras que escribirá. Ambos son grandes defensores de la fe que se va imponiendo en los primeros concilios ecuménicos del cristianismo.

AGUSTÍN, nacido en 354, durante la primera fase de su vida es un personaje que se sumerge profundamente en el estudio. En la fecha, lee «Hortensio” de Cicerón que le impulsa a transitar una senda de búsqueda espiritual que le lleva primero, a adoptar posturas racionalistas y, posteriormente, maniqueas. Del maniqueismo le atraen el racionalismo, del que presumen sus adeptos; su insistencia en un cristianismo espiritual que excluye el Antiguo Testamento y su pretensión de poder dar una explicación al problema del mal. El entusiasmo de AGUSTÍN por el maniqueismo es breve y, desde luego, se colapsa tras su encuentro con el obispo maniqueo Fausto. Cae entonces en el escepticismo, aunque tal situación la vive con tan profunda angustia que no dura mucho tiempo.

JERÓNIMO, ha nacido en Estridón (entre Dalmacia y Panonia) alrededor del 340. Cursa estudios en Roma en torno al 360-367, y allí es bautizado. Se retira, hacia el 373, al desierto de Calcis, viviendo durante cinco años como ermitaño y aprendiendo el hebreo.

El Papa DÁMASO I defiende la autoridad doctrinal del obispo de Roma basándose en la tradición de S.Pedro.

Muere ATANASIO, obispo de Alejandría, Doctor y Padre de la Iglesia. Ha sido el gran luchador de Nicea. Resulta admirable la fecundidad de ATANASIO en medio de las innegables turbulencias que ha atravesado durante su vida lo que le valdrá que la historia le llame «Atanasio el Grande». Junto a él , en Oriente, BASILIO de Cesarea, GREGORIO Nacianceno y GREGORIO Niceno, son los grandes defensores de la ortodoxia. Los dos Gregorios y Basilio serán conocidos con el nombre de «Padres Capadocios», ya que son oriundos de la región de Capadocia. Pronto se darán cuenta de que el problema suscitado por el arrianismo, y que ya en el último cuarto de siglo parece que se iba resolviendo, lleva implicita una nueva cuestión que va a suscitar un nuevo concilio y una nueva serie de disputas: la relativa al ESPÍRITU SANTO, tercera persona de la Trinidad. Por ello se esfuerzan en elaborar un lenguaje lo más preciso posible, que impida confusiones y ayude a fijar los principios de la fe. En Occidente, HILARIO de Poitiers (fallecido en 366), EUSEBIO de Vercelli y AMBROSIO de Milán, son los defensores de Nicea.

A la muerte de Auxencio, obispo arriano de Milán, en este momento capital del imperio, el clero y los fieles de Milán aclaman a AMBROSIO como obispo. AMBROSIO es un laico no bautizado, por lo que es bautizado de inmediato. Recorre los diferentes grados clericales y es consagrado -en la fecha- obispo de Milán (374-397), todo en el lapso de ocho días. AMBROSIO distribuye sus bienes entre los pobres y pide a los cristianos la justicia social: «la tierra pertenece a todos, no sólo a los ricos». Será consejero de tres emperadores. Ejercitará la intolerancia con gran vigor, y marcará la pauta al respecto. No permitirá la menor iniciativa que conduzca a una actitud razonable hacia los paganos o los arrianos. Gran poeta y amante de la música, compondrá -siguiendo a HILARIO- numerosos himnos introduciendo la música en la liturgia occidental, de manera tal que el término «ambrosiano» pasará a ser, en la práctica, sinónimo de himno.

El siglo IV, que contempla el triunfo total de Iglesia sobre el paganismo, es testigo también, de una lucha gigantesca por la confirmación de la ortodoxia. Oriente y Occidente — aun desde el punto vista doctrinal — se han convertido en dos grandes campos de batalla. En Oriente debaten los graves problemas referentes a Trinidad, las relaciones entre el Padre y el Hijo y de las dos primeras Personas con el Espíritu Santo; en Occidente el problema se centra en la relación entre libre albedrío y gracia, entre gracia y salvación. Mientras Oriente alinea contra la herejía a gigantes del pensamiento, como Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno y Gregorio Niceno, Occidente ofrece lo mejor de sus fuerzas en las obras y escritos de San Agustín.

PACIANO de Barcelona, en su carta a Sympronian, dice: «Cristiano es mi nombre, y católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y registrado… Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético.»

La Dacia tiene su primer contacto con el cristianismo durante el siglo IV. Su primera liturgia es latina. Posteriormente en la Edad Media pasará a depender de Constantinopla.

A falta de una transformación profunda de las estructuras en el Imperio romano, las preocupaciones cristianas se manifiestan en la creación de instituciones caritativas. Las estructuras del Imperio serán transformadas por ellas, pero a largo plazo. La limosna, tradicional desde los Hechos de los Apóstoles, se desarrolla en el Imperio. BASILIO, obispo de Cesarea de Capadocia, organiza una verdadera ciudad cristiana, que incluye iglesia, monasterio, hospicio y hospital. En ella se acoge a los viajeros, los enfermos y los pobres. Su personal cualificado está formado por algunos monjes. En Alejandría, el obispo dispone de un cuerpo de quinientos enfermeros. El puerto de Ostia posee un asilo para la acogida de peregrinos… Sin embargo, la cristianización de la sociedad sigue siendo limitada. Los nuevos bautizados no siempre se preocupan de cambiar sus costumbres. La legislación prohíbe el infanticidio, pero no la exposición de los niños. El bajo Imperio se convierte en un régimen cada vez más totalitario, policial y arbitrario. La justicia recurre frecuentemente a la tortura. Los obispos tratan a veces de oponerse a esta violencia.