MIGUEL CERULARIO (Patriarca oriental) (CISMA DEFINITIVO IGLESIA ORIENTAL)

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Es elegido patriarca de CONSTANTINOPLA un monje que se había dedicado a la política llamado MIGUEL CERULARIO.


El emperador bizantino CONSTANTINO IX Monómaco elige patriarca de CONSTANTINOPLA a un monje llamado MIGUEL CERULARIO (mercader de cera) que aspiraba a ser el “Papa de Oriente”. Enseguida desencadena una violenta lucha contra la Iglesia romana, trasladando su ambición del campo político al eclesiástico y renovando las antiguas acusaciones de herejía. Y es que aunque se han superado las dificultades existentes entre la Iglesia latina y la oriental en tiempos de Focio, no ha vuelto a existir jamás una auténtica concordia. Si ambas iglesias han contemporizado durante más de ciento cincuenta años es porque ha habido razones graves de uno y otro lado durante todo este tiempo que han diferido la separación definitiva: Siglo de hierro de la Iglesia latina, decadencia progresiva de la dinastía carolingia, las cuartas nupcias del emperador León VI solucionadas por el papa Sergio III, la colaboración romano-bizantina contra los árabes, etc, pero la separación tenía que llegar en cuanto se produjese una circunstancia propicia.

En el año 1053, la latente hostilidad de la Iglesia de Constantinopla hacia Roma hizo crisis.


En el año 1051, la latente hostilidad de la Iglesia de Constantinopla hacia Roma hace crisis. CERULARIO acusa a la Iglesia occidental de herejía judaica por utilizar pan ácimo en la Eucaristía, comer carnes sofocadas, suprimir el aleluya en Cuaresma, ayunar el sábado, no llevar barba los sacerdotes, etc y amenaza con el cierre de las iglesias latinas de Constantinopla que no adopten el rito griego. La tensión va en aumento y la incomprensión se vuelve áspera. El emperador CONSTANTINO IX que es aún partidario de la alianza con Roma, pide al papa LEÓN IX que envíe sus legados a Bizancio, para resolver la cuestión.

El foso entre la Iglesia latina y la griega no ha dejado de agrandarse desde el siglo V.


El foso entre la Iglesia latina y la griega no ha dejado de agrandarse desde el siglo V. Las razones son a la vez políticas, culturales y dogmáticas. La Iglesia griega está ligada al poder bizantino. El emperador nombra y destituye a los patriarcas de Constantinopla. Paralelamente, los obispos de Roma se han liberado de la tutela teórica de Constantinopla. Al restaurar el Imperio de Occidente, el papado parece hacer una operación política contra el emperador de Constantinopla. Mucho más grave aparece el foso cultural. Las dos Iglesias ya no se entienden. Oriente ignora el latín, y Occidente mucho más aún el griego. Herederos de una gran cultura, los griegos le son fieles tanto en el terreno profano como en el religioso. En Occidente, el renacimiento carolingio pronto se apaga. También son divergencias litúrgicas y doctrinales las que oponen a las dos Iglesias: el celibato de los presbíteros, el “filioque” en el credo de Nicea-Constantinopla, la concepción del episcopado, el poder del papa, etc. Y aunque estas diferencias doctrinales parezcan insignificantes a la mayoría del pueblo, para los ideólogos de ambas partes han cobrado una gran importancia.

Los legados papales depositan una bula de excomunión de CERULARIO sobre el altar de Santa Sofía.


Pese a la buena disposición del emperador, nada puede hacerse en Bizancio porque el obstinado patriarca no quiere recibir a los legados pontificios y les prohibe, incluso, celebrar misa. Los legados papales depositan, en la fecha, una “bula de excomunión” de CERULARIO sobre el altar de Santa Sofía, frente a todo el pueblo reunido y se vuelven a Roma. Los legados esperan que CERULARIO se someta o que sea depuesto por el emperador. Pero se engañan. El pueblo está de su parte. Por otra parte, canónicamente, la excomunión lanzada por los Iegados pontificios carece de todo valor porque no han sido autorizados para ello y porque, habiendo muerto el Papa León IX el 18 de abril, los poderes de los legados caducaban ipso facto. La “bula de excomunión” es quemada en la plaza pública.

MIGUEL CERULARIO excomulga a los legados papales. Se inicia así el CISMA DE ORIENTE que aún perdura.


A partir de la segunda mitad del siglo X, cuando el papado se unió a la dinastía otónica, en Bizancio la fidelidad a la Santa Sede, no tenía ya consistencia alguna. Los cristianos más selectos del Oriente, que siempre habían apoyado la unión con Roma, v. gr., en la lucha contra las imágenes y durante el cisma de Focio, ahora se separan del Papa, porque éste termina por reconocer al mismo Focio, y porque ayuda en más de una ocasión a subir al trono patriarcal a sujetos verdaderamente indignos, como el joven Teofilacto, que fue elegido a los diez años y consagrado a los dieciséis, y que en su manía por los caballos no tuvo reparos en abandonar los oficios del Jueves Santo ante la noticia de que su yegua favorita acababa de traer un hermoso potro. Así las cosas, MIGUEL CERULARIO, en la fecha, reúne un sínodo de la Iglesia de Constantinopla excomulgando a los legados papales. Poco tiempo después, las iglesias orientales se unen a la de Constantinopla y arrastran al cisma a los pueblos por ellas evangelizadas: Serbia, Bulgaria, Rusia, Rumania. Etc. Se consuma así el CISMA DE ORIENTE y la separación entre Roma y Constantinopla es un hecho que aún perdura.

Fallece el patriarca de Constantinopla Miguel CERULARIO


Fallece el patriarca de Constantinopla Miguel CERULARIO

Constantinopla es saqueada por los cruzados.


Los cruzados han entronizado a ALEJO como su marioneta, y cuando, en la fecha, la ciudad se rebela, la saquean brutalmente. Constantinopla cae en manos extranjeras por primera vez desde su fundación por Constantino casi nueve siglos antes. Son destruidos incontables tesoros culturales que se pierden para siempre. La literatura griega antigua, por ejemplo, que se ha conservado intacta en Constantinopla, pues en otras partes ha desaparecido, es destruida ahora por los cruzados y la mayor parte del patrimonio clásico griego se pierde para siempre. El abismo de separación entre Oriente y Occidente aumentará aún más con ocasión de las Cruzadas, sobre todo desde este saqueo de Constantinopla por parte de los francos.

El gran logro -aunque efímero- del II Concilio Ecuménico de Lyon es el retorno de la Iglesia Bizantina a la de Roma.


El logro más espectacular -aunque desgraciadamente efímero- del II Concilio Ecuménico de Lyon es el retorno de la Iglesia Bizantina a la de Roma. MIGUEL VIII el Paleólogo, monarca bizantino, ante el doble peligro que para su reino representan los turcos y los cristianos latinos, considera imprescindible volver a la fidelidad romana, como el más seguro medio para conjurar ambos peligros. La unidad se sella en el Concilio entre el Papa y los embajadores de MIGUEL VIII Paleólogo, y todos juntos entonan el Te Deum, repitiendo por tres veces el “filioque”. Desgraciadamente para la Iglesia, el clero bizantino y gran parte del pueblo no aceptarán el acuerdo y el cisma continúará a lo largo de los siglos.

Sesión conclusiva del cuarto y último periodo del I Concilio Vaticano.


Sesión conclusiva del cuarto y último periodo conciliar. En ella se aprueban la constitución sobre las relaciones de la Iglesia con el mundo Gaudium et spes, los decretos sobre las misiones Ad gentes y sobre los sacerdotes Presbyterorum ordinis, y la declaración sobre las religiones no cristianas Dignitafis humanae. También, en esta misma fecha, se anulan las excomuniones mutuas de 1054 y se procede a una declaración común del papa PABLO VI y del patriarca Atenágoras. En esta declaración, en la que se lamenta el intercambio de insultos de 1054 y los excesos del pasado, se puede leer: “…Este gesto de justicia y de perdón recíproco, el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I, con su sínodo, son conscientes de que no puede bastar para acabar con las diferencias, antiguas o más recientes, que sigue habiendo entre la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa, y que, por la acción del Espíritu Santo, serán superadas gracias a la purificación de los corazones, al olvido de los errores históricos, así como a una voluntad eficaz de llegar a una inteligencia y una expresión común de la fe apostólica y de sus exigencias…”