FAMILIA BORGIA (Borja)

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El hecho de que España y Portugal acepten la resolución de ALEJANDRO VI prueba lo firme que sigue siendo la autoridad del Papa.


El hecho de que España y Portugal acepten la resolución de ALEJANDRO VI prueba lo firme que sigue siendo la autoridad del Papa, a pesar de la inmoralidad de su vida privada. Es más, aunque es de origen español, actúa en este caso con absoluta imparcialidad, pues, además de hábil político y buen administrador, suele ser justo en su decisiones. Los otros países europeos, deseosos de participar también en el pastel colonial, protestan airadamente. El rey de Francia, CARLOS VIII, comenta: “Antes de aceptar ese reparto quiero que se me muestre en qué cláusula del testamento de Adán se dispone que el mundo pertenezca a los españoles y a los portugueses.” Sin embargo, es tanto el poder de España y Portugal y tanta la influencia papal que, de momento, hay una general resignación (La revuelta luterana contra Roma y la fundación de la Iglesia Anglicana romperán el tabú y pronto comenzarán las correrías de ingleses, holandes y franceses por América y Asia.)

La segunda bula concedida por el papa a los Reyes Católicos es la llamada de partición.


La segunda bula concedida por el papa ALEJANDRO VI a los Reyes Católicos es la Inter Coetera, fechada el 4 de mayo, llamada de partición, porque dividía el océano en dos partes, mediante una línea de polo a polo (un meridiano, aunque con algún sesgo), que se trazaría a 100 leguas al oeste las islas Azores y Cabo Verde. Las tierras al occidente de dicha línea serían para Castilla y las del oriente portuguesas. Por otra parte, también dictamina el papa que los naturales de las tierras descubiertas y colonizadas sólo podrán ser convertidos al cristianismo por su propia y libre decisión.

Bula menor de ALEJANDRO VI dirigida a fray Bernardo Boyl, dándole facilidades para ejercer su labor misional.


La tercera bula concedida por el papa ALEJANDRO VI a los Reyes Católicos está fechada el 25 de junio: La Piis Fidelium, bula menor dirigida a fray Bernardo Boyl, dándole facilidades para ejercer su labor misional.

Bula menor de ALEJANDRO VI, por la que se da a los Reves Católicos en su territorios, los mismos privilegios otorgados a los Reyes de Portugal en los suyos.


La cuarta bula concedida por el papa ALEJANDRO VI a los Reyes Católicos está fechada el 3 de julio: La Eximiae Devotionis, otra bula menor, por la cual se daban a los Reves Católicos en sus territorios los mismos privilegios otorgados a los Reyes de Portugal en los suyos.

Nueva bula de ALEJANDRO VI a los Reyes Católicos con relación a las tierras que haya hacia la india.


La quinta bula concedida por el papa ALEJANDRO VI a los Reyes Católicos está fechada el 26 de septiembre: la Dudum Siquidem, igualmente bula menor, también llamada de ampliación de la donación, porque amplia la concesión de la primera Inter Coetera, señalando inequívocamente que serán para los castellanos las tierras que haya hacia la india.

ALEJANDRO VI, el papa BORGIA, nombra a tres nuevos inquisidores para ayudar a TORQUEMADA.


El inquisidor TORQUEMADA, llevado por un exagerado celo y un obsesivo rigor, continúa la vigilancia y la persecución de los judíos que no se han convertido sinceramente e incluso se atreve a procesar, por simple sospecha de judaizar, a personas de las familias de los obispos de Segovia y de Calahorra. Su osadía desborda su propio poder. Estas dignidades apelan ante ALEJANDRO VI, el papa BORGIA, quien, el 23 de junio de 1494, nombra a tres nuevos inquisidores con la caritativa excusa diplomática de ayudar al enfermo y anciano inquisidor.

Tras un paseo triunfal por el norte de Italia, Carlos VIII rey de Francia, hace su entrada triunfal en Roma.


Tras un paseo triunfal por el norte de Italia, CARLOS VIII rey de Francia, hace su entrada triunfal en Roma. Los Colonna y los Orsini se pasan a los franceses. El Papa, ALEJANDRO VI, con los únicos tres mil hombres que permanecen fieles a él, se encierra en el castillo de Sant’Angelo, negándose a entregarse al victorioso rey francés. La decidida actitud del pontífice impresiona tanto al cristianísimo CARLOS, que éste se aviene a negociar con él. El acuerdo establece que el rey prestará juramento de obediencia y protección a la Santa Sede, permitiendo ésta, en compensación, el libre paso de los ejércitos franceses por los territorios de la Iglesia (lo que de todos modos hubiesen hecho porque no había fuerzas para oponérseles).

CARLOS VIII encarna para SAVONAROLA, el azote del Señor anunciado en sus propias amenazadoras profecías.


SAVONAROLA no puede ser infiel al monarca francés CARLOS VIII ya que éste encarna para él el azote del Señor anunciado en sus amenazadoras profecías. De este modo, la política de unión con Francia, que él ha propugnado y que tenazmente mantiene, le va a ser fatal, pues ALEJANDRO VI, no se detendrá hasta conducirlo a la hoguera.

A Alejandro VI le preocupan menos las acusaciones que recibe de Savonarola que la unión de éste con Francia.


A ALEJANDRO VI le preocupan menos las acusaciones que de continuo recibe de SAVONAROLA que la unión de éste con Francia, donde se encuentra refugiado el cardenal Giuliano della Rovere, el más peligroso enemigo del Papa, que presiona al rey CARLOS VIII para que propicie un Concilio y deponga al BORGIA por infiel y por herético.

CARLOS VIII de Francia conquista el reino de Nápoles donde reina FERNANDO II de Nápoles.


CARLOS VIII de Francia, en su invasión de Italia, superados ya los Estados Pontificios, conquista, en la fecha, sin demasiadas dificultades, el reino de Nápoles donde reina FERNANDO II de Nápoles. Entra en Nápoles, llevado por cuatro caballos blancos, sosteniendo en su mano el cetro y la corona imperial de Constantinopla. A continuación se proclama rey de Nápoles. El Papa ALEJANDRO VI se ve obligado a conferir a CARLOS VIII la investidura del reino de Nápoles. Y es que CARLOS VIII, en el caso de Nápoles, tiene ciertos derechos. En efecto, en el siglo XIII, un hermano de San Luis, Carlos de Anjou, conde de Provenza, había tomado el reino de Nápoles: Aventura, por lo demás, sin grandes consecuencias, pues los franceses habían sido expulsados, rápidamente, de Nápoles y de Sicilia por los aragoneses, tras la matanza de las Vísperas Sicilianas. Desde entonces, los reyes de Francia habían renunciado a la idea de una reconquista, pero sin abandonar sus derechos.