El Papa INOCENCIO II expide la bula Omne Datum Optimun, fechada a 23 de marzo de 1139, por la cual crea la prelatura de la Orden del Temple, declarando a ésta independiente de la autoridad de los prelados ordinarios. Es en este momento cuando los templarios se establecen en Barcelona, mediante un acuerdo con el Conde de Barcelona para participar en la defensa de la ciudad si fuere necesario. Construyen una casa fortaleza situada al final de la calle Obispo al arrimo de la muralla, que viene a corresponde en solar con la actual casa de l’Ardiaca, donde está instalado el Instituto Municipal de Historia.

En la fecha, RAMON BERENGUER IV consigue un acuerdo con la Orden del Temple en relación al testamento de Alfonso I el Batallador, por la que se concede a dicha Orden determinados beneficios de futuro, de manera que la curia romana se muestra inmediatamente conforme y de esta manera desaparece definitivamente el antiguo desacuerdo provocado por el incumplimiento del testamento, gracias a la buena disposición de ambas partes así como a la elegante forma jurídica de tratar el problema.

El papa EUGENIO III concede a los miembros de la Orden del Temple el privilegio de llevar un manto blanco en el que figura una cruz roja a la izquierda sobre el corazón.

RICARDO Corazón de León, consciente de la importancia estratégica de Chipre como puesto de avanzada y aprovisionamiento de los Estados-cruzados Siria y Palestina, supo valorarla, ofreciéndola luego en venta a la Orden de los Caballeros Templarios por cien mil dinares, quienes, más tarde, después de una insurrección de los chipriotas, procederán a devolvérsela sin haber pagado nada.

Un sello de los templarios, hacia 1202, muestra dos templarios sobre el mismo caballo en señal de su pobreza. Para autentificar un documento, su autor estampa su sello al pie de la página. El sello suele constar de una divisa y algún dibujo simbólico.

Los papas protegen la Orden del Temple y asimismo lo hacen los príncipes y los grandes señores. La orden irá acrecentando su poder transformándose en los más ricos propietarios de Europa, ya que los bienes de cada caballero -al no tener hijos por el voto de castidad- entrarán en el patrimonio común hasta el punto que llegarán a poseer miles de bailías, encomiendas, prioratos y castillos a los que continuamente se añadirán donativos de toda clase.

El rey LUIS IX de Francia, en la fecha, es capturado junto con sus capitanes y todos los soldados que han quedado con vida. Para poder pagar a los mamelucos el rescate -800.000 bezantes- que se pide por el rey y todo su ejército, se tiene que pedir un préstamo a la Orden del temple.

El lujo que llegan a ostentar los templarios sustituye a la primitiva simplicidad. Han acumulado grandes riquezas pues la gran extensión de sus dominios ha hecho que, además de ser depositarios de abundantes sumas de dinero, puedan ofrecer a los grandes señores e importantes comerciantes unos servicios bancarios que se extienden por toda Europa. Se les presentará como disolutos, avariciosos y aspirantes al dominio universal. Son brillantes caballeros, orgullosos y riquísimos, características éstas que no perdonan ni el rey de Francia ni los grandes señores que con frecuencia contraen deudas con ellos que les es difícil de pagar.

La vieja nobleza feudal pobre, orgullosa de sus cuarteles de nobleza inútil y cortesana, siente envidia y odio a los templarios, y las otras órdenes religiosas, menos ricas y menos poderosas, los envidian y se escandalizan.

Los miembros de la Orden del Temple se reúnen en grandes asambleas presididas por el Gran Maestre que tiene el grado de príncipe, el Senescal que hace sus veces en caso de ausencia, los Mariscales que mandan en la guerra, el Gran Prior, los Priores, los Comendadores y otros oficiales. Su gran crecimiento y la caída del reino de Jerusalén hará que el entusiasmo primitivo quede muy reducido.