Al producirse la reestructuración provincial que efectúa Roma en Hispania, Vasconia queda incorporada a la Tarraconense. Los vascones se sentirán tentados de cuando en cuando por operaciones predatorias a costa de las ciudades y villas de la cuenca del Ebro. Este peligro obligará a establecer guarniciones en toda la zona. Estrabón (63aC -21dC), que es el primero de los autores romanos que proporciona algunas noticias, posee de los vascones un concepto peyorativo, como de un pueblo ajeno a la civilización y agresivo.

En Hispania, con la victoria de los romanos frente a los últimos núcleos de resistencia indígena, y especialmente con la derrota de los astures, cántabros y vascones en el año 19 aC., se pone fin a las guerras de los pueblos hispánicos contra Roma. Las Guerras Cántabras (29-19 aC) han resultado contra todo pronóstico tan sangrientas que prácticamente se zanjan con el virtual genocidio de los nativos. “Clavados en la cruz mueren entonando himnos de victoria”, escribe Estrabón. Roma impone la paz de los cementerios. La paz de AUGUSTO queda asegurada en el noroeste de la Península Ibérica mediante una serie de legiones acantonadas en lugares estratégicos. La presencia prolongada de estos ejércitos facilita la explotación de la riqueza minera, además de acercar a los nativos a la cultura de Roma. El total dominio sobre Hispania abre el período de paz conocido como la era de la “pax augusta”.

La entrada de los germanos en la Península Ibérica causa un efecto secundario de un alcance inimaginable para ellos. Las comarcas altas del Ebro, y las situadas más al norte, lo que hoy es La Rioja, la Baja Navarra, Álava, con parte de las actuales provincias de Burgos y Cantabria, son de las más pobres de la Hispania romana, aunque bastante menos que las zonas aún más norteñas (lo que hoy son las provincias de Cantabria, Vizcaya y Guipúzcoa). La entrada de los germanos empuja a masas de población hacia el Norte y el Oeste desde las comarcas mencionadas en primer lugar. Entre ellos a los vascones que hasta entonces habían vivido al Sur del Ebro. Esta masa de gente se vuelca sobre unas tierras ya de por sí pobres y azotadas además por revueltas (más antiseñoriales que antirromanas) desde finales del siglo III. Con lo cual se crea una situación explosiva.

Los vascones, aprovechando el desvanecimiento del poder romano ante la invasión de los bárbaros, recobran la autonomía y las antiguas operaciones predatorias se convierten ahora en corrientes de conquista y expansión principalmente hacia Cesaraugusta, en el curso medio del Ebro. Mucho topónimos actuales del alto Aragón indican el paso de los conquistadores. No son ni muy numerosos ni muy fuertes pues faltando la estructura provincial romana se muestran sin embargo incapaces de apoderarse de núcleos de población importantes. El territorio de los vascones es más o menos el actual (en el año 2.002), el ocupado por el País Vasco en España y la Gascuña en Francia. (El nombre de “Gascuña” corresponde al francés “Gascogne” que a su vez proviene de “Vasconia”, sustituyendo la V por la G).

A lo largo de estos años (456-481), los visigodos tratarán individualmente con los diversos dirigentes vascones su sumisión. Los visigodos darán tanta importancia a dominar a las diferentes tribus vascas que sus reyes se darán el título de “Vascones Domuit” (dominó a los vascones), algo que nunca conseguirán. Puesto que los visigodos no piensan establecerse en las tierras del norte, esta sumisión deberá implicar solamente una alianza militar y una vinculación jurídica al dominio real visigodo, y evidentemente, un convenio de no agresión. Naturalmente, los jefes de aldeas y valles olvidarán pronto sus convenios cuando el ejercito visigodo abandone el lugar, salvo que les reporte algún beneficio. En cambio las ciudades respetarán sus compromisos, éstas (Pamplona y algunas ciudades del valle del Ebro) disponen de una administración que en sus aspectos principales es continuadora de la administración romana y consideran a los visigodos (en proceso de romanización) como aliados imperiales, tal como han actuado durante años. Los dirigentes vascones de las ciudades, generalmente propietarios más o menos ricos, no se oponen a una dominación diferente a la imperial, siempre que garantice su tranquilidad y sus propiedades.

Tras la batalla del río Órbigo en que TEODORICO II, vence a los suevos, se establecen guarniciones para hacer frente a las incursiones de vascones y cántabros, guarniciones que acabarán presionando sobre dichas tribus e invadiendo su territorio (456-481). Por otra parte, los visigodos atraviesan el reino de los suevos, Bracara Augusta, Portus Cale y llegan a Emerita Augusta.

En esta época, en el valle del Ebro y también en la zona de Pamplona, se han establecido ya los primeros propietarios visigodos, los cuales van acompañados de sus familias, de sus esclavos y de sus servidores. Los francos, católicos, empujan hacia abajo. Los visigodos, arrianos, vam ocupando la península. Esta afluencia hace imposible la supervivencia normal en las montañas, y esta presión demográfica fuerza el desplazamiento de los nuevos llegados y de los vascones asentados de antiguo en las montañas, hacia el territorio de las actuales Vascongadas, donde, a causa de los saqueos que ya duran varios años, se ha producido un despoblamiento acusado de sus poblaciones autóctonas, y donde ya se han asentado algunos vascones y vasconizados. Este desplazamiento supone una catástrofe para Vardulia y Caristia, cuya reducida población no puede hacer frente a los nuevos llegados, quienes ahora no solo saquean y se retiran, sino que ocupan las posesiones de los que mueren en la lucha o de los que escapan hacia zonas más seguras. Várdulos y caristios huyen hacia los territorios de los autrigones, cántabros, berones y turmogos. Los que no huyen son asesinados, esclavizados o acaban fundiéndose entre los invasores.

Euskal Herria es un concepto de comunidad idiomática surgido en la época visigótica, cuando las diferentes tribus vascas, bajo el mando de los vascones de Navarra, tuvieron que unirse en contra de los enemigos comunes, visigodos y francos, que ambicionaban conquistar la zona pirenáica, en aquel tiempo mayoritariamente habitada por vascoparlantes. Dando lugar, a una noción de pertenencia a un mismo pueblo, en función del idioma que compartían todas estas tribus, que era el euskara. Sigue siendo actualmente, la forma que mayoritariamente utiliza la población vascófona de todos los territorios de habla vasca, para designar a su tierra, independientemente, de la no existencia hoy en día de lazos politicos entre Vascongadas, Navarra y el País Vasco-Francés o Iparralde. Euskal Herria procede de la contracción del euskara arcáico, Heuskara Ahal Herria (jeuskára ajál jerría), que significaba, pueblo capaz de hablar euskara.

Del mestizaje de la lengua de los vascones, el euskara, con la lengua autrigona y principalmente, con la caristia, surgirá el dialecto vizcaíno del vascuence. Por otro lado, la fusión de la lengua várdula y del euskara dará lugar al dialecto guipuzcoano. Siendo el dialecto navarro, el euskara original de los vascones. Este mestizaje de las tribus vascas a lo largo de diferentes épocas, desgraciadamente, ocasionará la pérdida de cinco idiomas de la familia lingüística éuskara (aquitano, autrigón, caristio, iacetano y várdulo).

Los caristios y várdulos no hablan euskara, sino unas lenguas hermanas a ésta y que proceden del mismo tronco protoéuscaro que la lengua de los vascones. De hecho, el euskara es la lengua solamente de los vascones. Por esta razón, a Araba, Bizkaia y Gipuzkoa se les llamará provincias vascongadas, ya que se les llamará a las tribus que las habitan, vasconicatas, que significa en latín “hechas vasconas”, dado que se vasconizarán debido a la conquista de los vascones. Estos vascones son paganos en su totalidad y toda la zona que pueblan vive, además del saqueo, de la pequeña ganadería y de una agricultura de subsistencia. Aproximadamente unos veinte mil vascones se establecen sobre todo en Vardulia y Caristia y más tarde unos miles más en Autrigonia. La población autóctona total de las tres regiones ocupadas es probablemente inferior a los cincuenta mil habitantes, y seguramente quedará reducida a la mitad o menos, que en situación de inferioridad, acabarán absorbidos en el conjunto de los invasores, y se vasconizarán, o bien emigrarán.