El 1/4/1939, el primero y único parte de guerra firmado por FRANCO, anuncia el fin de la guerra civil española: En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Así se pone fin a casi tres años de guerra civil. En el plano político se mantendrá el primer Gobierno franquista, constituido en 1938. Se inicia la época conocida como franquismo.

Franco preside el Desfile de la Victoria. Ese día fue llamado oficialmente «Día de la Victoria» durante muchos años por haberse emitido en él el famoso telegrama de Franco que declaraba el fin de las hostilidades: En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos. La guerra ha terminado. En realidad el gobierno de la República se hallaba ya desde hacía varios días en el exilio, y el telegrama no fue más que una declaración oficial del fin de la guerra.

Acabada la Guerra Civil de España (1936-1939), la Iglesia se pone a las órdenes del régimen para volver a conseguir un papel social de primer orden. Un ejemplo de esta sintonía lo encontramos en el abad de Montserrat Antoni Maria Marcet, que en 1939 afirma: «de una España arruinada y envejecida ha salido una España nueva, con un espíritu joven y heroico». Igualmente, los obispos catalanes proclaman que ven en Franco la concreción de la providencia.

Sin decir nada a Italia, en la fecha, el Führer convoca al Estado Mayor del Ejército. En esta conferencia se constata que hasta los aspectos más aventurados de los planes de HITLER, propuestos dos años antes en noviembre de 1937, parecen haberse cumplido a la perfección. Austria y Checoslovaquia han sido borradas del mapa, tragadas por un Gran Reich que ahora engloba casi todo el centro del Continente. Por tanto, el cuadro de la situación que HITLER desarrolla es optimista. Les comunica su decisión de dar un nuevo paso en la conquista de los amplios espacios continentales que precisa su pueblo: esta vez le toca el turno a Polonia. A la vista de los antecedentes, los riesgos parecen pequeños: «Nuestros enemigos -confía a su auditorio- son hombres que están por debajo del término medio. Ninguna personalidad. Ningún genio, nada de hombres de acción… «. Es el momento adecuado para la invasión, aunque ello signifique entrar en guerra con franceses y británicos. Todos se levantan con la convicción de que la guerra es inminente y de que la suerte de las naciones europeas va a decidirse en ella. Sobre la sala flota la rotunda sentencia con que HITLER ha resumido sus planes: «La fuerza es el derecho».

El 8 de agosto, FRANCO nombra un nuevo Gobierno. Sólo mantiene al ministro de la Gobernación -su cuñado, Ramón Serrano Súñer-, en quien confía más que en nadie y al ministro de Obras Públicas, Alfonso Pena Boeuf. Frente al anterior gabinete en el que sólo había dos falangistas, en éste hay cinco de los cuales tres son militares. El total de militares será de seis. Uno de ellos es el coronel Juan Lieigbeder, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, que ha obtenido sus credenciales neofalangistas cuando era alto comisario del Protectorado de Marruecos durante la Guerra Civil. Se nombran ministros diferentes para el ejército, la Marina y las Fuerzas Aéreas. Aparte de los nombramientos de falangistas y militares, las demás carteras se han adjudicado a monárquicos de indudable lealtad, entre eIlos el nuevo ministro de Justicia carlista, Esteban Bilbao, a quien más adelante se le adjudicará el mérito de haber acuñado la frase «Francisco FRANCO, Caudillo de España por la gracia de Dios», que empieza a aparecer en las monedas españolas. La voz popular no tarda en cambiar la frase a «Francisco FRANCO, Caudillo de España por una gracia de Dios».

Al iniciarse la Segunda guerra mundial, Italia permanece neutral (salvo la guerra por separado emprendida contra Grecia), pero ante la perspectiva de una supuesta rápida victoria alemana, declara, en la fecha, la guerra a Gran Bretaña y a Francia, y lleva sus tropas al sur de Francia. Este ataque que resulta especialmente fallido es considerado por el embajador francés como «puñalada por la espalda». El fracaso italiano contra un enemigo desmoralizado y casi derrotado debería de haber servido de advertencia a MUSSOLINI. Por el contrario, el dictador italiano prefiere pasar por alto los evidentes fallos de su máquina militar. Los blindados italianos son escasos y el nivel de mecanización de su ejército, muy bajo. Además, la economía italiana es minúscula y especialmente incapaz de cubrir las necesidades de una nación en guerra. Italia mira, entonces, hacia las valiosas colonias británicas del este de África. Por otra parte, MUSSOLINI le pide a FRANCO en esta ocasión, que lleve a cabo una acción similar, pero éste responde negativamente, aunque con cordialidad.

La vista del consejo de guerra a Lluis COMPANYS se celebra el 14 de octubre en una dependencia del patio de armas del castillo, en un Montjuïc tomado militarmente. La compostura del presidente COMPANYS, traje gris, corbata y pañuelo blancos, alpargatas, es en todo momento de una enorme dignidad. Colubí explica al tribunal en su turno de defensa que gracias a COMPANYS, se le conmutó la pena de muerte a la que fue condenado por sumarse a la rebelión militar del 18 de Julio y que luego fue intercambiado por otros prisioneros. «Mi madre y mi mujer pudieron salir de Barcelona gracias a los pasaportes expedidos por el gobierno que él presidía», añadió Colubí. El tribunal invita a COMPANYS a tomar la palabra. Con voz serena y firme, y ante la segura condena a muerte, dice a los miembros del tribunal … «ustedes no tienen la culpa de mi muerte». Se declara responsable de su actuación y de la de sus colaboradores. «La historia nos juzgará a todos en nuestra intención». Y añade que morirá serenamente, muy tranquilo, por sus ideales «y sin sombra de rencor».

A las seis de la mañana del día 15 de octubre de 1940, una difusa luz marina da tonos plúmbeos a las nubes. En la oscuridad de un foso del castillo de Montjuïc permanece formado, como cada amanecer, un pelotón de ejecución. Un reo, Lluís COMPANYS, está a punto de ser fusilado. Cuando el día clarea, tal como dispone la ley, COMPANYS, escoltado por militares, dos sacerdotes y su defensor, marcha hacia el foso de Santa Eulàlia. Ya ante el piquete, rechaza que le venden los ojos. COMPANYS lleva un traje sencillo, de color blanco, y calza alpargatas. Se descalza. Después le disparan. Grita: Per Catalunya! y cae al suelo, muerto. (Otras versiones dicen que muere pronunciando la célebre frase: «Asesináis un hombre honrado por Catalunya»).

El día 23 de octubre, último día de la visita de Himmler a España  donde ha preparado el encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya, hace una escapadita a Catalunya, concretamente a Montserrat a fin de ver si daba en la montaña sagrada de los catalanes con el Grial, una de sus lunáticas obsesiones. El abad del monasterio, Antoni Maria Marcet, se niega a recibir al jefe nazi, furibundo anticatólico y antisemita. Es el joven monje Andreu Ripoll, que habla alemán, quien hace, a regañadientes, de anfitrión. La visita es muy tensa. Cuando la comitiva se detiene ante la imagen negra de la Virgen de Montserrat, el padre Ripoll explica la costumbre de besarla. Como respuesta, Himmler comenta: «Ya acabaremos nosotros con estas supersticiones». En realidad, a Himmler sólo le interesa encontrar pruebas que confirmen que el Santo Grial está en Montserrat, convencido de que el monte catalán es el Montsalvat de la leyenda Parsifal de Wagner. Cree que quien posea la reliquia gozará de un poder sobrehumano. Himmler insiste en examinar documentos antiguos en la biblioteca del monasterio, sin resultado alguno.

El 12 de noviembre de 1940, HITLER se reúne en Berlin con Viácheslav Mijáilovich Molótov, ministro del Exterior de la Unión Soviética. HITLER manifiesta que Gran Bretaña está derrotada, y que la Unión Soviética puede tener su parte del Imperio británico si sigue las órdenes alemanas. Como se está produciendo una incursión aérea, la entrevista se desarrolla en un refugio subterráneo. «Si Gran Bretaña está derrotada -pregunta Molótov-, ¿por qué estamos aquí abajo y de quién son esos aviones?» Molótov se niega a aceptar las condiciones alemanas, y con ello se esfuma la última oportunidad de la Unión Soviética.