Fallece el Presidente PAU CLARIS, calificado por el Dietario de la Generalitat como un gran restaurador de nuestra patria y madre Catalunya, defensor y liberador de la patria.

Fallece la reina ISABEL de Borbón a los pocos días de haber contraído una erisipela fulminante. FELIPE IV, su esposo, que se encuentra en Lleida debe regresar a Madrid, encomendando a sus capitanes que guarden todas las consideraciones a los catalanes. La reina, prohíbe a su hijo Baltasar Carlos, príncipe de Asturias, que la visite, alegando: «Reinas para España hay muchas, pero príncipes hay pocos». Reventando caballos, el rey llega a la corte, pero la reina ha muerto el día antes, a los cuarenta y un años menos un mes de edad. Felipe no quiere ver el cadáver, que es trasladado a El Escorial, presidiendo el cortejo el príncipe Baltasar Carlos. El rey escribe a sor María de Agreda: «Me veo agobiado de insoportable tristeza, pues en una sola persona he perdido cuanto perder pudiera en este mundo».

Nace CARLOS (el que será Carlos II el Hechizado), hijo de FELIPE IV y de MARIANA de Austria, reyes de España. Desde su nacimiento se teme tanto por su vida, dado lo raquítico y endeble de su cuerpo (su padre tenía 55 años y su madre era sobrina carnal de su padre), que el pueblo de Madrid acuña la siguiente copla: «El príncipe, al parecer, por lo endeble y patiblando, es hijo de contrabando, pues no se puede tener». El menor esfuerzo le producirá fiebre, y la exposición al aire libre, flucción a los ojos. A los nueve años todavía no sabra ni leer ni escribir.

Tras 44 años de reinado fallece el rey de España FELIPE IV. Deja una España maltrecha y una monarquia desacreditada. Instantes antes de entregar su alma a Dios pide que se acerque su heredero de cuatro años y, haciendo en su frente la señal de la cruz, musita en su oído: «¡Quiera Dios, hijo mío, que seas más feliz que yo!». EL reinado de FELIPE IV ha estado lleno de guerras y levantamientos, originando la pérdida de la hegemonía española en Europa, la independencia de Holanda y Portugal y la ruptura del equilibrio entre las tierras hispanas. Declinan la industria y el comercio, y las continuas guerras empobrecen el campo. Sin embargo, las artes y las letras alcanzan el mayor esplendor. Su vida disipada le ha llevado a un estado de suma postración. Su carácter contradictorio, que ha alternado los accesos lujuriosos con los arrepentimientos fulminantes y sobre todo su fuerte abulia, se conjugan para conseguir una despedida melodramática. Un testimonio ocular dice: «[…] su arrepentimiento hizo derramar lágrimas a cuantos se encontraban presentes, incluso a la reina». Frase certera, pues ésta había sido la primera víctima de su vida disipada.

Día del encuentro de Carlos II con su esposa, María Luisa de Orleans, en Quintanapalla, cerca de Burgos. Se adelantó a ese día la misa de velaciones para satisfacer los impulsos del joven rey (18 años), que con todo no pudo cumplir con sus deberes viriles, pues, como se decía, «el rey tiene constipadas las partes». Finalmente se cumplió el milagro, pero sin conseguirse que la reina quedara en estado, al parecer porque «la cópula no era perfecta, no habiendo logrado ambos simultanear sus efusiones», según confidencia de la reina realizada a un diplomático francés.

Muere, sin descendencia, CARLOS II (1665-1700) el Hechizado, rey de España. Finaliza en España la dinastía de los Austrias. Toda Europa contiene el aliento. Carlos II fallece después de una agonía en la que repetía a su esposa, Mariana de Neoburgo: «¡Ya nada somos, señora, ya nada somos!». Le faltaban cinco días para cumplir los 39 años de edad, y su enfermiza constitución llegaba al final. En el Tratado de Nimega había perdido el Franco Condado y varias provincias de los Países Bajos en beneficio de Luis XIV.

Habiendo fallecido el 1 de noviembre CARLOS II, rey de España, en la corte francesa se convoca el consejo al que asisten, entre otros, el gran delfín, LUIS, y sus tres hijos: el duque de Borgoña, el duque de Anjou y el duque de Berry. El rey Sol coge de la mano al duque de Anjou y dice: «Señores, he aquí el rey de España. Su nacimiento le ha llevado a ceñir esta corona. El pueblo español lo ha deseado y me lo ha pedido con anhelo. Yo se lo he concedido con placer, acatando así los designios de la Providencia». Y, dirigiéndose a FELIPE, continúa: «Sed buen español. Ese es desde este momento vuestro primer deber. Pero acordaos que habéis nacido en Francia para que sepáis mantener la unión entre ambos reinos y con ella la felicidad y la paz de Europa».

Se ha dicho que en el momento de proclamar rey a FELIPE de Anjou, su abuelo LUIS XIV, dijo: «Ya no hay pirineos». Frase que reproduce más tarde Voltaire en el libro «Le siecle de Luis XIV», indicando que «es la más bella pronunciada jamás por el monarca». Pero… la frase no fue pronunciada jamás… Nadie dijo «Ya no hay pirineos», aunque la frase del marqués de Castelldosrius se le acercaba mucho. No la pronunció LUIS XIV ni tampoco el embajador español. ¿Quién la pronunció entonces? Nadie. La frase en cuestión apareció escrita al día siguiente en el «Mercure de France» una especie de diario oficial de la época. La frase, pues, no fue pronunciada, sino escrita. Y por un periodista anónimo.

JACOBO II, destronado en 1688, fallece en Saint-Germain, el 6 de septiembre de 1701, a los 68 años, exigiendo a su hijo Jacobo Francisco Eduardo Estuardo «morir antes que abandonar su fe católica».

Todos los logros de CARLOS saltan en pedazos. Los rusos irrumpen en Polonia, restauran a AUGUSTO II el Fuerte, elector de Sajonia, en el trono (pero desempeñando un nuevo papel, como marioneta de los rusos), expulsando de Polonia a Estanislao I Leszczynski (1704-1709). A menudo se comparará a CARLOS XII con Alejandro el Grande. La comparación podría mantenerse si CARLOS no se hubiera enfrentado a PEDRO. Éste comentará una vez en el curso de la guerra: «Carlos cree que es Alejandro, pero ya se enterará de que yo no soy Darío.»